Luis F. Aguilar / El año de la creación

AutorLuis F. Aguilar

Terminó julio del 2005 y hemos iniciado la procesión nacional con sus 12 estaciones hacia el julio 2006, la fecha en que con inconmovible fe de carbonero en la política creemos una vez más que va a ocurrir el milagro del cambio del país, su transformación. Los candidatos presidenciales de los partidos están ya por ser seleccionados y volverse los llamados a (re)generar, (re)inventar, (re)crear este país. A partir del caos y la confusión, la oscuridad y el vacío del país, dicho bíblicamente, nuestros flamantes candidatos se encargarán de decir la palabra, crear la luz, el firmamento, las aguas, las estrellas y la tierra misma. Hemos iniciado ya la sexenal celebración nacional de la política como creación del país, la sexenal celebración del poder público como la agencia todopoderosa del cambio social con sus 10, 20 o 50 acciones ganadoras. ¿Es racional sumarse a la celebración y creer todavía que la política tiene tanto poder de transformación social? ¿No hay otras agencias sociales en el país en las cuales creer, de las cuales esperar alguna capacidad y aporte relevante para nuestras vidas?

Desafortunada o afortunadamente, desde hace por lo menos 30 años, se ha ido evidenciando en el país y en el mundo la pérdida de poder de la política, la progresiva decadencia directiva del gobierno. No sólo es imposible al gobierno crear por sí mismo algo socialmente nuevo y transformador sino que, en nuestro país, muestra carecer de la capacidad para sujetar a los antisociales del crimen, que desafían cada día más descaradamente su poder. También le queda cada vez más grande la tarea de coordinar las actividades y productos de los otros actores de la sociedad, empresarios, trabajadores, campesinos, profesionistas, familias, y construir con ellos algunas metas compartidas de valor general. Sin duda, la fuerza del Estado todavía se conserva en su poderosa capacidad física disuasiva y represiva, en las armas, pero en el terreno del crecimiento económico, en el terreno de la innovación tecnológica y de la productividad, ahí donde se genera el empleo y brotan los ingresos, donde se construye el bienestar real de una nación, la política ha perdido influencia e impacto, aun si cuenta con poderosas empresas públicas. Sus valiosos aportes son ahora más bien indirectos, a través de las leyes, la justicia cierta e imparcial, las políticas fiscales y monetarias, la prestación de servicios públicos, particularmente los de educación y salud. Bastante trabajo.

A mí...

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