Lucrecia Lozano / Canícula y Navidad

AutorLucrecia Lozano

A la recesión económica que desató la crisis financiera de 2008 y el clima de inseguridad que prevalece en el País, hay que sumarle al 2009 el impacto de una canícula que registró el calor más extremo de los últimos 30 años. Durante varias semanas, las temperaturas promedio en algunas zonas del norte del territorio nacional alcanzaron los 40 grados centígrados.

Aunque terminó este periodo de temperaturas elevadas, y las lluvias aparecieron en los últimos días como por arte de magia, el tradicional verano regiomontano todavía nos acompañará por unas semanas más.

Por lo mismo, por el clima cálido que todavía nos envuelve y porque hasta el 21 de septiembre iniciará el otoño, no deja de sorprender que diversos negocios y tiendas departamentales de la Ciudad ya exhiban en sus aparadores y ofrezcan a la venta artículos propios de la época navideña.

Faltan casi cuatro meses para que sea Navidad. Apenas comenzamos a disfrutar las bondades del verano después de la abrasiva canícula, cuando los comerciantes y productores procuran seducirnos para que desde finales de agosto sintamos la necesidad de realizar las compras características de la época navideña.

Si extrapolamos esta imposición mercantilista a otras celebraciones y fiestas, es como si desde principios de enero nos ofrecieran los productos y ofertas para festejar en mayo el Día de la Madre. O si desde mediados de octubre las tiendas se llenaran de corazones, rosas rojas, cajas de chocolates y tarjetas para celebrar el 14 de febrero, Día de San Valentín.

Cuando niña, recuerdo que el espíritu de la Navidad irrumpía al despuntar diciembre. Los primeros días del mes marcaban el banderazo de salida para empezar a decorar el pino navideño y colocar el nacimiento. Sólo entonces, la Ciudad y su gente se llenaban de un ambiente festivo, y las tiendas cubrían sus vitrinas de motivos y adornos alusivos. En el invierno boreal que tenemos, esa época coincidía con las temperaturas frías propias del mes.

Muy lejos estaba eso de confundirse con la avalancha consumista de nuestros días, con la compulsión por comprar todo tipo de regalos y la obsesión por renovar cada año la decoración navideña de la casa. Los arreglos navideños no...

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