Una lucha de 25 años

AutorFernando de Ita

En la ficticia República del Teatro, el colectivo dramático Los Hijos del Pulque, conformado por comediantes de Apan, Pachuca y Tulancingo, se abroga el nombre y la representación del estado de Hidalgo, para solicitar al coordinador de teatro del INBA, Enrique Singer, que en la próxima Muestra Nacional de Teatro, que tendrá lugar en Morelia, se reconozcan los 25 años de trabajo constante y productivo de Enrique Mijares, autor, director, editor, maestro, gestor y promotor de teatro de Durango.

Los cómicos más viejos de la tribu somos testigos de la entereza con la que este ciudadano ha consentido el martirio de hacer teatro en un medio tan hostil como la cuna de José, Fermín, Rosaura y Silvestre Revueltas. Desde hace cinco lustros, Mijares ha sostenido en la Universidad Juárez del Estado de Durango un nido para el teatro, a pesar de la incomprensión y el hostigamiento de las autoridades estatales y universitarias. Alguien con menos carácter y convicción que Mijares ya habría callado el arpa ante el alud de piedras que le han puesto en el camino los burócratas de su tierra natal. No es por sus funcionarios que la UJED está editando la primera colección del Teatro de Frontera, que ya va en su noveno título; no es por los promotores culturales del estado que la entidad es conocida nacional e internacionalmente, gracias a los premios que ha recibido Mijares como autor y ensayista en México y España. No es por ellos que un rosario de generaciones ha recibido el efecto artístico del teatro a donde sólo llegan los efectos perniciosos de la televisión comercial.

Hombre mesurado, sensato, tenaz, disciplinado, Enrique Mijares es una rara avis en un medio donde reina la desmesura, la insensatez, la inconsistencia. Bajo la sobria imagen de profesor de literatura anglosajona, bulle una mente inquieta, interesada en los espíritus rebeldes de nuestro teatro. Mijares fue el primer crítico en hacer un estudio general de la obra completa de Jesús González Dávila, y el único en rescatar del olvido la obra de Antonio González Caballero, un autor tan insólito que no tuvo en vida, y no tiene en muerte el lugar que le corresponde en el Panteón de nuestra literatura dramática.

Se puede estar en desacuerdo con el canon de Mijares, cuando juzga, por ejemplo, que Hugo Salcedo es un autor de un vuelo tan alto como el de Carballido. Ya quisiera el consentido de don Emilio tener el talento dramático y la capacidad fabuladora de su maestro. La diferencia es enorme, aunque...

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