Nosotros losjotos / Los chinos de Leonardo

AutorAntonio Bertrán

Leonardo da Vinci acostumbraba hacer listas de tareas pendientes. Un artista de sus altísimos vuelos, que además siempre sintió curiosidad por los muy diversos fenómenos de la naturaleza, obviamente no anotaba cuestiones triviales como recoger las corbatas del marido en la tintorería o alaciarse el pelo.

"Dibuja Milán", se ordenó un día de la década de 1490, cuando vivía en esa ciudad de su natal Italia. "Pregunta a Giannino el bombardero cómo se hicieron las murallas de Ferrara sin foso", "Describe la lengua del pájaro carpintero" y, una que yo ya anoté en mi lista joteril: "Ve todos los sábados a los baños, donde verás a hombres desnudos". Claro que yo agregué: "y venera sus miembros de rodillas".

La observación fue una actividad que ejercitó Leonardo con obsesión, a tal grado que en sus cuadernos de notas y dibujos pudo describir sutilezas como la forma en que las libélulas mueven sus dos pares de alas.

Esta actividad de mirar el mundo, siempre con asombro, para tratar de entender sus mecanismos más secretos estuvo en la base del arte y los estudios científicos que emprendió Da Vinci durante toda su vida.

De ahí que la asignación personal de visitar con frecuencia los baños públicos obedecía a estudiar en detalle las posiciones y movimientos de cada parte del cuerpo varonil... Seguro que hasta cuando se agachaba para recoger el resbaladizo jabón, porque en esa contemplación habrá experimentado un goce sensual más intenso que el que le había producido antes el estudiar anatomía diseccionado cadáveres putrefactos.

Sí, al célebre personaje del Renacimiento le encantaba lo que aquí entre nos llamamos ver-go-to-tas y ver-ga-ti-tos, no solo para dibujarlos.

A mí me cae mejor Leonardo que Miguel Ángel, el otro gran artista floripondio del Renacimiento italiano (que además fue su rival), porque a diferencia de este vivió su ser homosexual sin dejarse perseguir por la culpa católica. Da Vinci simplemente no podía creer en dogmas y seres espirituales porque su mayor interés y felicidad era explicarse los fenómenos naturales de manera tangible.

Además Leonardito fue bastardo, engendrado fuera del matrimonio por el próspero notario Piero da Vinci, de 24 años, y una campesina de 16, Caterina Lippi. Su abuelo paterno, que era mi tocayo y también notario, anotó así el acontecimiento: "1452: Me nació un nieto, hijo de ser [señor] Piero, hijo mío, el 15 de abril, sábado, a la tercera hora de la noche [poco antes de las diez]. Le pusieron de nombre...

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