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El lobo cambia de sexo

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Vincent
AutorRafael Aviña

Los licántropos, seres nocturnos y malditos en las noches de luna llena, han sido encasillados a monstruosas transformaciones, algunas memorables como las de Aullido (The Howling), de Joe Dante, y Un Hombre Lobo Americano en Londres (An American Werewolf in London), de John Landis -ambas de 1981-.

De Lon Chaney Jr. a Oliver Reed, el hombre lobo fílmico ha conseguido ganarse a pulso un lugar indiscutible en la galería de monstruos cinematográficos. No obstante, a partir de los espeluznantes y divertidos filmes de Dante y Landis cambiaron sustancialmente las reglas del mito y su versión peluda.

Así, el licántropo dejó de ser el freak atormentado, para convertirse en el freak atractivo y sanguinario, el antihéroe que es al mismo tiempo una bestia terrible y cotidiana, similar a cualquier asesino en serie, pero con más pelo y afilada dentadura y, en el caso de Feroz (Ginger Snaps, 2000), de John Fawcett, el lobo humano muestra interesantes curvas femeninas adolescentes en una suerte de Lolita Wolfwoman con todos los atributos buenos y malos de la mejor serie B.

Dos jovencitas actrices de filmes y teleseries de culto, Emiliy Perkins como Brigitte (Expedientes Secretos X, ¿Le Temes a la Oscuridad?) y Katherine Isabelle en el papel de Ginger (Perturbados, Expedientes Secretos X), encarnan a una pareja de hermanas fascinadas con la muerte y la representación de la violencia más atroz, hasta que Ginger es atacada por una bestia extraña y se transforma en una adolescente cachonda y sedienta de sangre.

Una característica elemental del subgénero es que el licántropo es por lo general una buena persona que por una maldición o el ataque de un lobo, o un hombre lobo, acaba transformándose en un horrendo monstruo asesino.

Aquí, Fawcett respeta las reglas pero acude a una singular variante recuperando las enseñanzas del inquietante cine de horror de los años 40, cuyo terror radicaba en la sensualidad oculta femenina; es decir, el temor a una sexualidad...

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