Cuando la lluvia se vuelve letal

Gonzalo se dirigía a casa después de un agitado día de trabajo. Llovía y el tráfico denso avanzaba a vuelta de rueda.

Circulaba bajo el paso a desnivel de Avenida Manuel Barragán y Fidel Velázquez cuando, sorpresivamente, una ola furiosa arremetió contra su vehículo y casi medio centenar más, impidiéndoles avanzar o retroceder.

Eran aproximadamente las siete y media de la tarde del jueves 30 de julio.

"Fue algo intempestivo, como una película extrema", narra Gonzalo Cavazos Cassagne, de 60 años, recordando el angustioso episodio.

"En cosa de un minuto, el agua subió fácil unos 60 centímetros. En dos minutos llegaba a la mitad de los carros y luego ya estaba cubriéndolos totalmente".

Relata que la gente salía por las ventanas o quemacocos; los más hábiles trepaban a los capacetes y algunos alcanzaban a subir a los jardines laterales, incluso con automóvil.

Otros, atemorizados y sin saber qué hacer, seguían dentro de los coches que flotaban, en tanto que varios vehículos se habían sumergido ya.

"Fue una experiencia tremenda", prosigue Gonzalo, funcionario del IFE en Apodaca. "Cuando vi que el agua se iba a meter por las ventanas, bajé los vidrios y me subí al capacete.

"Mi carro empezó a flotar del carril izquierdo hacia el derecho y, milagrosamente, como se estacionan las lanchas del Paseo Santa Lucía para bajar a las personas, así me llevó hacia un muro de concreto, de tal suerte que no requerí de mucho esfuerzo para dar un paso y quedar a salvo".

Desde el muro del otro lado, Gonzalo observaba la escena, a la que se fueron sumando paramédicos en ambulancias, militares, elementos de Tránsito y Seguridad Pública.

Ulises Ochoa, director de la corporación nicolaíta, narra que Tránsito ya había cerrado la circulación en Avenida Manuel Barragán, pero los 48 vehículos quedaron varados bajo el paso a desnivel por un choque entre dos camiones urbanos que tardaron en reanudar la marcha y, cuando lo hicieron, un auto que ya no pudo pasar porque se le vino la corriente encima, viró en contra, quedó atravesado y obstaculizó al resto.

En su oficina, Ochoa cuenta que el grupo a su cargo recorría los puntos críticos en días lluviosos, y estaba por llegar al lugar cuando recibió la alerta por frecuencia.

"Muchos gritaban: '¡Sáquenme a mí!', y como no nos dábamos abasto, se enojaban, estaban asustados. Tratamos de ir primero por la gente mayor y por quienes estaban perdiendo el control para evitar que cometieran alguna...

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