Lluvía de Letras
Autor | Adolfo Castañón y Lourdes Borbolla |
Lluvia de letras sobre el paisaje del desamparo
O. Paz
La verdad nunca se obtiene
De nadie.
Uno la lleva siempre
Consigo.
¡Katsu!
Tosui Unkei en Poemas japoneses a la muerte
PACHECO, José Emilio
(México, D.F., 1939)
Las ruinas de México III
(p. 319)
2
La tierra que destruimos se hizo presente.
Nadie puede afirmar: "Fue su venganza."
La tierra es muda: habla por ella el desastre.
La tierra es sorda: nunca escucha los gritos.
La tierra es ciega: nos observa la muerte.
3
Los edificios bocabajo o caídos de espaldas.
La ciudad de repente demolida
como bajo el furor de los misiles.
La puerta sin pared, el cuarto desnudo,
harapos de concreto y metal que fueron morada
y hoy forman el desierto de los sepulcros.
4
Mudo alarido de este desplome que no acaba nunca,
las construcciones cuelgan de sí mismas. Parecen
grandes camas deshechas puestas de pie
porque sus habitantes ya están muertos.
Pesa la luz de plomo. Duele el sol
en la Ciudad de México.
5
El lugar de lo que fue casa lo ocupa ahora
un hoyo negro (y representa al país entero).
Al fondo de ese precario abismo yacen pudriéndose
escombros y basura y algo brillante.
Me acerco a ver qué arde amargamente en la noche
y descubro mi propia calavera.
José Emilio Pacheco representa ejemplarmente esa especie que es el hombre de letras: poeta, cuentista, novelista, traductor, historiador, periodista, lector, pero ante todo poeta. Al igual que Carlos Monsiváis -esa suerte de Borges de la cultura popular-, Pacheco -otro Borges- lo ha leído todo y es también una suerte de avatar, de lector omnisciente, de insobornable testigo enciclopédico de nuestra cultura y nuestro tiempo. El que añade conocimiento, añade dolor, el que todo lo conoce quizá se duele de todo, le duele el mundo que lo invita a devorarlo, tanto más cuanto más lo intenta entender. Sin embargo, ese dolor lacerante no siempre puede ser expresado perfecta, casi nunca felizmente. ¿Cómo puede ser feliz la expresión del dolor? Esta pregunta recorre la historia de la crítica literaria y de la poesía, y da como resultado, entre tantas otras, la teoría de lo que -naturaleza o historia- nos sobrepasa. Pero, ¿cómo puede ser feliz la expresión del dolor? Quizá la palabra catarsis venga a nuestro auxilio. Otra palabra puede ser perfección, perfección artística.
Vienen estos pensamientos a la mente con motivo de la publicación de la ejemplar y sorprendente suma poética de José Emilio Pacheco que aparece ahora por tercera vez -apareció en 1980 y en 1986- con...
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