Lluvia de Letras

AutorAdolfo Castañón y Marcela Pimentel

LOPEZ MILLS Tedi

(México, D.F., 1959)

Beca Octavio Paz de Poesía 1998

Horas, Trilce Ediciones, México, 2000, 74 pp.

Lluvia de letras sobre el paisaje del desamparo.

O. Paz

Cuando alguien, no importa quién, lo da todo,

hace que la gente sienta vergüenza por él.

Eudora Welty, Powerhouse

Como en un poema polaco (pp. 39-41)

Nada coincide -como en un poema polaco-

entre esta biografía y esa historia,

ningún hecho caído en las manos,

retorcido en el perfil,

que fracture el monólogo de la frente

con su espejo más denso,

o irrumpa entre las cosas sueltas,

los trucos de la infancia

y su selva de cuerpos pequeños,

donde la imagen predilecta

se persigue en retroceso

y define las reglas de otra vida

por un camino angosto

mientras la luz se construye

en el flanco áspero de un muro

y crece la visión mediana del árbol,

la utilería de las hojas,

la tórtola advenediza

que calca los rasgos más agitados del aire

cuando cimbra la rama con su pico.

Nada incluye

el conjuro mixto

de la amapola y de la guerra,

la hermandad con su estrella de plata

en el cuello del uniforme,

el retorno trunco de una tarde

y una batalla en la colina

donde la trinchera

y la falsa Cartago se retiraron

como un teatro nómada en la comarca

mientras la hambruna

y los títeres del humo

le inventaban un altar a la sombra escasa.

Nada se parece

al destierro y el último escrúpulo,

cuando un sesgo del agua

se fue alargando por el ojo,

por el hilo de la memoria,

hasta zanjar los titubeos

entre una costa y la franja de pasto

donde otros hijos y otros nietos,

la mascota esquiva y el geranio

llenaron el nicho perfecto de la tregua

y su primera generación de recuerdos.

Nada aquí entonces

salvo el racimo de la yedra

que colma su cuota de abusos

cuando la voz se acentúa

en un patio aledaño

y se erige la barda bilingüe,

fronteriza entre el silencio

de una costumbre

y los votos del yeso.

Hay cadáveres, oigo,

basura y política, dicen,

bajo esta tolvanera.

Pero entre los muertos del barrio

y los muertos de provincia,

entre el alambre y el ruedo,

la disputa es por el punto fino de la trama.

No quién sino por qué

perdura el bulto más allá de la hora,

pues ya cumple cuando ocurre y nadie

-como en un poema polaco-

es mejor si sabe

distinguir un mal de otro,

la casuística del prójimo,

esa piel suya y el manto mío,

el animal dentado en un resquicio

y ahora este atisbo solitario.

La invención del alfabeto por Cadmo participa de la incesante hazaña prometeica: la escritura, leída, es un don que ameniza las...

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