Llevan esperanza a familias indígenas

AutorPaulo Alvarado

En el verano del 2001, una antropóloga encontró la vereda que estrecharía las relaciones entre las comunidades indígenas asentadas en la base del Cerro de la Silla y la urbe regiomontana.

El mundo era nuevo para todos y las visiones muy diversas, pero la apuesta era común: buscar una vida mejor, motivados siempre por una apasionante esperanza.

Este deseo le dio el nombre hace siete años a la comunidad: Zihuame Mochilla, o Mujeres con Esperanza, de su traducción del náhuatl.

Dignidad, el primer deseo

Las 62 lenguas que se hablan en México han colocado al País en el octavo lugar internacional en diversidad cultural. De ellas, 56 se escuchan todos los días en Nuevo León, según el INEGI.

"¿Dónde están? Yo quería saber dónde estaban y fue como di con ellas", expresa Carmen Farías Campero, antropóloga y presidenta de Zihuame Mochilla.

Cuando Farías Campero llegó a la Colonia 2 de Junio, en el margen del Río La Silla, en Guadalupe, comenzó un estudio etnográfico que le dejaría algo más que la licenciatura en antropología.

"Zihuame Mochilla nace entre los nahuas originarios de la comunidad Chahuatlán, en el municipio de Ilamatlán, Veracruz, que es una comunidad que tiene 20 años aquí en Nuevo León", explica.

"Ellos me preguntaban que si iba de reubicación y yo les decía no. Poco a poco me fui enterando que había un proceso de reubicación del cual ellas no sabían nada, pero que querían hacerlo, porque cuando crecía el río tenían problemas de seguridad".

Tras indagatorias con las autoridades, 65 familias fueron reubicadas en la Colonia Arboledas Los Naranjos, en Juárez.

"La colonia en la que ellos vivían era 90 por ciento indígena. Fomerrey la llamó 2 de Junio, para ellas era el río", indica Farías Campero.

"Una vez que se fueron a Los Naranjos, llegaron a un contexto totalmente diferente, en donde ellas pasan a ser la inversa a la conformación. Ahora son el 10 por ciento de la población, en un ambiente muy difícil".

Ignorancia, el primer obstáculo

La diáspora debilitó las defensas de los nahuas, quienes comenzaron un proceso de contagio social en el que conocieron y padecieron problemas como violencia, drogadicción y, en algunos casos, hasta una vergüenza por su identidad.

"En el río estaban en un ambiente protegido, recreaba toda su manera de vida, porque es un ambiente muy similar a su comunidad de origen. Van al río y lavan la ropa, los pollos, así gira su vida.

"Acá era lo mismo, hacían el pozo para el zacahuil (un tamal de gran tamaño relleno...

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