Llega tarde la Ley a indígenas presos

AutorLeticia Fernández

Para Don Anastacio la aplicación de la Ley llegó tarde; durante el tiempo que duró su proceso penal el indígena mixteco no contó con traductor y al final fue sentenciado a 9 años de cárcel acusado de robar 70 pesos.

En los penales capitalinos se encuentran actualmente 266 indígenas que en su momento no contaron con un traductor y un defensor que conociera su lengua y cultura para auxiliarlos en su juicio.

Y es que apenas en octubre del año pasado, la Procuraduría General de Justicia del DF emitió un acuerdo para que los Ministerios Públicos traten con amabilidad a los indígenas y atiendan sus necesidades de comunicación.

Además los ministerios públicos deben solicitar un dictamen pericial con la información sobre la cultura, tradiciones, usos y sistemas normativos del grupo étnico al que pertenece el procesado.

Esta nueva realidad no la alcanzó a vivir Don Anastacio.

El indígena mixteco desde hace 4 años está preso en el Reclusorio Sur, donde cumple una sentencia de 9 años por robar 70 pesos a una mujer en La Merced.

"Un día en que vendían banderitas de México", recuerda, llegó al Distrito Federal en busca de trabajo; su cosecha de maíz en la sierra de Oaxaca había desaparecido por el mal clima.

Tenía 56 años de edad, no hablaba español, sólo el dialecto.

"No conocía la capital", dice, pero la necesidad de mantener a sus cuatro hijos solteros y su mujer lo obligaron a abordar dos camiones que lo condujeron a la Ciudad.

Don Anastacio llegó a la Central de Autobuses Tapo en 1999 con una caja, 100 pesos en la bolsa y un sinnúmero de dudas: no sabía leer ni escribir, y mucho menos dónde iba a dormir.

Había dicho a su familia que con el dinero de la poca cosecha sobreviviría hasta conseguir trabajo como peón, albañil o jardinero.

Caminó hasta el Metro San Lázaro con la idea de llegar a Palacio Nacional para pedirle ayuda al entonces Presidente Ernesto Zedillo.

Dos estaciones después descendió del convoy, subió y bajó escaleras, caminó varios pasillos hasta la salida que lo condujo a La Merced.

"No sabía dónde estaba, me dijeron que el Palacio estaba cerca, me acuerdo que tenía hambre, entonces estaba viendo qué comer cuando una señora le dijo a un policía que le había quitado su monedero.

"Yo no sabía de qué hablaba pero me subieron a una patrulla y me llevaron a una cárcel, me preguntaron cosas pero no entendí, entonces al otro día me dijeron pon tu dedo aquí y luego aquí", recuerda ahora Don Anastacio en uno de los patios del penal.

El...

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