Llega luz a El Perillo, luego de 200 años

(MATERIAL EXCLUSIVO PARA MEDIOS IMPRESOS. QUEDA PROHIBIDA SU PUBLICACIÓN EN INTERNET)Arturo Vega, enviado

EL PERILLO, Gro., abril 14 (EL UNIVERSAL).- Perfeccionaron sus sentidos para ver en la penumbra. Afinaron su oído para identificar qué animal o insecto venenoso los acechaba. Curtieron las plantas de sus pies al no saber qué pisaban en el terreno pedregoso que los rodea. Aprendieron a estar sin luz y así vivieron durante 200 años.

La casa es de adobe y tiene un pequeño corredor. Odilón Arreola cierra los ojos y sólo escucha las risas inquietas de sus tres hijos. Al abrirlos no vislumbra ni una sola silueta. Son las ocho de la noche, los rayos de sol se han extinguido y en su casa quedan a obscuras.“Así vemos todas las noches: nada”, sentencia. La luna inicia su camino nocturnal, que alumbra en el monte.

En el Perillo, una comunidad de Guerrero, las noches son eternas. En esta época del año, a las siete en punto el sol se esconde detrás del cerro en este pueblo habitado por 33 personas.

Ellos sólo alcanzan a ver un resplandor que proviene de los límites que marca la Sierra de Huautla, donde sí cuentan con energía eléctrica.

Un candil hecho con una lata de jugo es alimentado con diesel. La mortecina luz alumbra la mesa de lámina durante la cena de la familia Arreola.“Nomás cenamos y pa’ dentro”, dice Odilón. Sopla al candil y pone fin al día. La noche en El Perillo es vigilada por la luz de la luna y los cientos de estrellas. En comparación con las grandes urbes, aquí sí se aprecian constelaciones completas.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), El Perillo no cuenta con nada, su grado de marginación es “muy alto”, las viviendas carecen de piso firme, agua entubada, excusados y no existe la infraestructura necesaria para la energía eléctrica. No hay transformadores ni postes, y esto ha sido así a lo largo de 200 años.

Su “patrón”: el río y los cerros

Por la lejanía de la comunidad sus habitantes producen y cazan sus propios alimentos, pocas veces salen del pueblo para comprar víveres o ganar entre 100 y 200 pesos por la venta de su pesca.

La entrada a El Perillo, descendiendo por un camino de terracería, la enmarcan cuatro cerros y el río Amacuzac, que alimenta al río Mezcala y da vida al Balsas.

De los montes, los pobladores traen venado y armadillo.“Aquí hay pumas y hasta leones, pero sólo los vemos pasar”, cuenta don Mario mientras se desviste hasta quedar en trusa para cruzar el ancho del río Amacuzac...

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