Del Libro Malva / Perfil

AutorOlga Aguirre

Habiéndole escrito tantas cartas ya, habiéndola mencionado incontables veces a lo largo y a lo ancho de mis textos, me parece imperdonable no haber descrito a María del Tiempo, mi abuela materna, la otra madre que tuvo mi infancia.

Quizás sea a causa de su constante presencia junto a mí -derecho de los invisibles- que me cuesta hacerle un perfil, como cuesta hablar de una parte de nuestra propia vida.

En mi joven existencia, Abuela era la autoridad, la experiencia, la visión del futuro; era la historia familiar, la lectura constante, la hora de la siesta sin siesta.

Muy blanca, discreta, delgada, vestía las ropas que confeccionaba: frescos vestidos camiseros en verano, a rayas finitas, a lunares diminutos; cálidos en invierno, con lazada al cuello y cinturón de charol. Acostumbraba zapatos de tacón mediano el año entero, sin fatigarse. Olía a jabón Maja y a colonia de flor de naranjo.

Dotada de un rostro de facciones serenas y suaves, iluminado por la mirada inteligente y sagaz de sus ojos castaños, Abuela miraba franca, directamente a los ojos. En esa mirada se reflejaban el valor, la determinación y la honestidad que la caracterizaban.

Amiga y cómplice de mi adolescencia, de cuando en cuando nos perdíamos, acaso porque nuestras opiniones no comulgaran entre sí, acaso porque yo restaba importancia a su intuición, acertada casi siempre.

A la distancia veo esas discrepancias como las de dos personas con un temperamento muy parecido, igualmente posesivas...

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