Con libertad gitana

AutorLorenzo Armendáriz

Alcancé al campamento en Ocotlán, Jalisco. Iba con la intención de acompañar durante algunos días la carpa de la familia Costich en su viaje hacia el norte del País. Se acercaba la Semana Santa y sabía que buscarían las playas del Pacífico en esas fechas.

En Ocotlán permanecimos algunos días, pues el espectáculo había tenido buen éxito. Desde que dejaron el cine ambulante, los gitanos ludar retomaron su antigua vocación de artistas trashumantes. Ya no viajan con espectáculos callejeros, como lo hicieron los primeros ludar que llegaron a México a finales del siglo 19 y principios del 20, ahora lo hacen en modernas carpas similares a las que utilizan los circos, pero las han adaptado como teatros de variedad.

En el espectáculo sigue participando toda la familia, como cuando llegaron a México e interpretaban actos de fakirismo, acrobacia y hacían bailar osos y changos en las calles. Ahora la función es más variada... Cada noche se presentan bailarinas, payasos, ventrílocuos, magos, fakires, escapistas e ilusionistas.

Apenas había comenzado el día y ya había gran alboroto en el campamento. Los motores de los camiones comenzaron a rugir desde temprano. Al poco rato se subían las últimas pertenencias a las carrocerías.

Desde la noche anterior, al terminar la función, se había "tumbado" el campamento y la carpa del teatro. Ahora viajábamos hacia el poniente circundando la Laguna de Chapala. Cruzamos por Poncitlán, Atotonilquillo, Atequiza y en Tlajomulco paramos a comer. Un reposo y después nuevamente al camino.

Al cruzar la autopista Guadalajara-Ciudad Guzmán, nos internamos en un pequeño camino que corría entre los cañaverales. Al caer la tarde llegamos a Tala. Ahí armamos un pequeño campamento cerca del ingenio azucarero.

A la mañana siguiente, otra vez el rugir de los camiones y al viaje nuevamente. La jornada iba a ser hasta Tequila, y aunque aparentemente la distancia desde Tala es corta, cuando se viaja en caravana todo es más lento, y las paradas a revisar los camiones son continuas.

En Tequila hicimos una pequeña escala para aprovechar el fin de semana y dar algunas funciones, lo que permitiría seguir solventando el viaje. Yo aproveché para conocer la población, que conserva un auténtico sabor provinciano. Y no pude evitar una visita a la famosa Quinta Sauza. A partir de Tequila, atravesamos un paisaje colmado de agave.

Al internarnos en el sur de Nayarit, el paisaje cambia poco a poco.

Pernoctamos en Ixtlán del Río, un pueblo tan añejo...

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