Leyendas de sabor en Puebla

AutorCarla Guerrero

Valente Quintana estaba cada vez más cerca. Había visitado en varias ocasiones aquella casona de grandes dimensiones y arquitectura colonial ubicada en el centro de Puebla, sin que hallara huellas del convento.

Con frecuencia, había visto al panadero tocar el timbre de la residencia y entregar un amplio canasto de pan, en teoría para las tres personas que la habitaban, y lo mismo ocurría con los pedidos de frutas, huevos y flores.

Existían algunos rumores. Se decía que detrás de la casona había un convento que escondía a 25 monjas, pues el decreto de las leyes de Reforma prohibía la existencia de claustros y monasterios. En varias ocasiones, el investigador había entrado sin encontrar algo que sustentara las murmuraciones, y fue en 1934 cuando pidió, una vez más, que le permitieran revisar cada grieta y cada sombra del supuesto convento.

Al entrar al comedor notó que en el fondo había una serie de retablos cubiertos por jarrones llenos de flores. Al acercarse, uno de ellos cayó dejando al descubierto lo que parecía ser un timbre. Valente lo tocó y al momento una puerta en la pared empezó a abrirse dejando ver al otro lado a una monja... sentada en su escritorio.

La Vida Monacal

El convento de Santa Mónica guarda entre sus paredes los misterios y leyendas de la vida religiosa del Siglo 17. Fue dedicado a la madre del teólogo San Agustín, congregándose así la orden de las agustinas recolectas.

Además de ser uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura colonial poblana, este convento destaca porque en su cocina de Talavera, se dice, las monjas crearon los chiles en nogada para el entonces General realista Agustín de Iturbide.

Pero más allá de esta anécdota del buen comer, el convento de Santa Mónica representa la oportunidad de asomarnos en el tiempo y reconstruir la vida monacal de hace varios siglos.

En sus inicios, el monasterio se construyó como albergue para las esposas de aquellos caballeros que se iban a España, para que no tuvieran "malos pensamientos". Después se propuso como lugar de abrigo para las mujeres de la calle, hecho que ocasionó el rechazo total de la conservadora sociedad poblana, hasta que en 1690 el Obispo de Puebla lo declaró convento agustino.

Su arquitectura tiene el estilo de petatillo poblano; es decir, la combinación de ladrillo y azulejo de Talavera. Cuenta con dos patios principales, el de las Novicias y el de las Profesas, cada uno rodeado de portales y una fuente en su centro.

Se dice que las...

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