La leyenda de San Juliano

AutorGerardo de la Concha

La leyenda de San Juliano es aleccionadora: era curandero, exorcista y profeta, pero si curaba a los tullidos, lo apedreaban porque ya no podían pedir limosna. Si le hacía exorcismo a un poseído, los demonios se iban con otros, era cuento de nunca acabar: si unos le agradecían, los parientes de los nuevos poseídos lo insultaban. Sus profecías provocaban desilusión y odio entre los ricos, pues el futuro era pura catástrofe y eso soliviantaba al pueblo.

Por todo ello, San Juliano se deprimió, decidió irse al desierto como ermitaño y vivir en la más absoluta pobreza, sin hacer nada salvo contemplar el mundo con melancolía, hundido en rezos y meditaciones. La historia de su pobreza se difundió entre la gente, que lo consideró un santo. Sus obras y milagros se olvidaron, pero aislarse para pensar en Dios, terminó por santificarlo.

La leyenda de San Juliano es bastante irónica. Habla de que es difícil quedar bien con los demás y que nunca sabemos lo que será considerado bueno del destino propio.

Lo peor es cuando las desvaloraciones provienen de las personas más cercanas o, peor aún, de quienes uno ama. Recientemente, un artista importante, Jorge Kuri, el autor de Monstruos y prodigios, se mató porque, según dejó dicho, su madre no le daba reconocimiento. El comienzo de la primavera fue triste con esta noticia. No pude conocerlo y lamento que se haya ido así un dramaturgo interesante, uno de los miembros de la bohemia contemporánea que todavía tenía mucho que decir.

Sin embargo, lo comprendo, la desvalorización por parte de quienes uno ama constituye un sufrimiento insoportable, mucho más incluso que la incomprensión de la demás gente. El aislamiento soluciona esto último, pero la desvaloración íntima, la de quien realmente nos importa, trae consigo, junto con la depresión, un ansia inevitable de darse muerte o dejarse morir; un acto, en el fondo, de rencor puro, un impulso de anulación total que conlleva, con su sacudida, el propósito de llevar a cabo una venganza: la ausencia, al ser irremediable, provocará remordimiento y el ser amado habrá de saber algo de lo que se sufría por su indiferencia o desvalorización.

El artista escribió en su nota final: "¡feliz primavera!". Con este sarcasmo, mostró que había mucho amor y rencor en su alma; dos pasiones sin duda fatales, sobre todo si van unidas, lo que sucede a menudo ante las dificultades para que surja y prevalezca la armonía completa del amor.

El problema del amor no sólo está en la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR