La República de las Letras

AutorHumberto Musacchio

De subsidios y otros beneficios

Para el más respetable empresario, para cualquier profesionista, lo mismo que para el dueño de una cantina o el lavador de narcodólares, los autores deben pagar impuestos. Los tecnócratas ladran que debe acabarse con los subsidios, pero se revuelven como fieras cuando alguien impugna los que benefician a los banqueros mediante el IPAB o a los constructores de carreteras. Para la nociva fauna de las covachuelas, lo mismo que para algunos académicos y periodistas, está bien que se mantenga la exención fiscal sobre las ganancias obtenidas en la bolsa, o para los ingresos de los magnates que controlan el cultivo del tomate o a las prestaciones de todo burócrata, desde el más humilde barrendero hasta el señor Presidente de la República, pero les parece inadmisible eximir a los autores de tributos que no suman lo que cuesta cobrarlos. Arguyen que es un privilegio y que, como tal, hay que combatirlo. Pero, ¿de veras hay que combatir toda diferencia fiscal? El subsecretario de ingresos, Rubén Aguirre, tocayo de apellido del regente de chicharrón, se considera a sí mismo paladín de la tábula rasa y, por lo tanto, enemigo de las exenciones. En su media lengua eso dice, pero no es cierto. En realidad es enemigo de la cultura y del interés nacional, porque nunca, que se sepa, ha levantado la voz para condenar los inacabables privilegios de los banqueros.

¿Debe estimularse la obra autoral?

Al suprimir el Congreso la exención fiscal sobre los ingresos autorales se ha abierto, nuevamente, un debate cíclico: ¿debe estimularse la producción artístico-intelectual? Cualquier persona más o menos letrada diría que sí, pero a la hora de establecer las fórmulas de estímulo el acuerdo se esfuma. De esta manera, se discute si es conveniente, rentable y hasta moral la existencia del Sistema Nacional de Creadores; si debe o no gravarse con IVA el libro; si conviene restituir las reducciones del impuesto sobre la renta a los editores, las que nuestros diputados alegremente decidieron suprimir. Por eso cabe preguntar, otra vez, si debe estimularse la producción y difusión cultural. Muchos países, pobres y ricos, lo hacen por muy diversas vías y por una amplia variedad de razones que van de las más crudamente mercantiles hasta las relacionadas con el orgullo nacional. Se promueve la producción autoral a sabiendas de que ciertas personas resultan beneficiadas. Se estimula la creación aunque eso signifique beneficiar a los creadores. Pero...

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