Lengua Viva / 'Chilango': Una propuesta de etimología

AutorSalvador Díaz Cíntora

Acalorada discusión, sin duda, fue la que provocó en esta ciudad la aparición, en 1999, de la nueva Ortografía de la Real Academia Española; el motivo lo daba la inclusión de la palabra chilango como gentilicio de los nativos de esta metrópoli.

Nunca, sin embargo, se esgrimieron otros argumentos que el subjetivo: me suena mal, se me hace ofensivo, insultante. Y nada más. Pero el alboroto, que empezó con algún escritor por aquí y otro locutor por allá, se trepó en un periquete a las más altas esferas del gobierno; de ahí se protestó, formal y directamente, al mismísimo director de la Real Academia, y ésta acordó desde luego para su próxima edición (la actual) del Diccionario, si no retirar la palabra, pues sigue y seguirá en uso, sí caracterizarla como adjetivo coloquial en vez de gentilicio.

Encuestas que entonces se hicieron mostraron que, aun entre los nativos de la Ciudad de México, no había un acuerdo al respecto; mientras a unos les parecía francamente denigrante, era del todo indiferente para otros, y a algunos hasta les gustaba que los llamaran así. Nunca se ha sabido que los de la capital de Jalisco protesten porque tapatío se defina, sin más, en el Diccionario, como natural de Guadalajara, o los de Veracruz porque se dé una definición igual, salvo el topónimo, para jarocho.

La susceptibilidad que en esa ocasión mostraron algunos de los naturales de esta ciudad no es fácil de explicar. Pienso que puede ser el contexto en general, o en especial la adjetivación que acompañen a la palabra chilango los que le den un carácter ya inocuo, ya, como se decía en aquellos momentos, denigrante; en tal caso, será el frecuente contexto favorable en que se usen jarocho o tapatío el que haga que estos tomen con calma tales designaciones.

Se repitió insistentemente por aquellos días que chilango era un apodo; así lo dice Santamaría en su Diccionario de mexicanismos, pero el apodo es nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia (Academia); se trata, pues, de una persona (un alias es un apodo), no de una muchedumbre; los defectos corporales varían de un individuo a otro, y algunos prácticamente no los tienen, y las circunstancias de un chilango con respecto a las de su vecino son tan diversas, y por tanto no compartidas, como los defectos; pese, pues, a Santamaría, y a la gente, aun relativamente culta, que repitió éste su aserto, como tantos otros, no parece que chilango sea un apodo.

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