El legado de 19 años

AutorVicente Guerrero

Antes de la llegada de Adolfo Suárez Rivera como décimo Arzobispo de Monterrey, la Arquidiócesis vivía una incipiente etapa de crecimiento.

Hasta 1984, la Arquidiócesis conservaba un aire de Iglesia local, que ocupaba un sitio importante a nivel nacional, pero que no tenía una proyección internacional como la de hoy.

"A esta Iglesia Arquidiocesana de Monterrey he sido enviado, sin mérito de mi parte, sin procurarlo ni rechazarlo, Dios lo sabe; como servidor de la Iglesia, como su décimo Arzobispo, para tomar el timón de la nave de las manos diestras de su anterior pastor, tan querido para mí y para todos ustedes", expresó en aquel entonces a su nueva grey haciendo referencia a su antecesor, José de Jesús Tirado.

Han pasado 19 años de aquel primer encuentro del prelado de origen chiapaneco, quien proveniente de la Diócesis de Tlalnepantla; traía bajo el brazo un proyecto con cambios a nivel organizativo que ahora rinden frutos, señala el Pbro. José Antonio Portillo Valadez, Rector de la Basílica de La Purísima y licenciado en Historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana.

La renovación de la Iglesia católica regiomontana a partir del primer Sínodo Diocesano, la promoción de nuevas vocaciones, una mejor organización de la Arquidiócesis y su proyección nacional e internacional constituyen parte del legado de Suárez Rivera.

La revisión exhaustiva

El Sínodo Diocesano convocado en enero de 1998, y su culminación en el Plan Diocesano de Pastoral Orgánica 2002-2005, ha sido un logro que tendrá continuidad y un aterrizaje de acciones concretas con el siguiente Arzobispo, pero que ya rinde frutos.

Bajo el lema "La Iglesia de Monterrey al servicio de la evangelización", el primer Sínodo buscó satisfacer la necesidad de no quedarse al margen de mejorar la calidad de sus servicios, así que entró en un proceso de autoevaluación, al congregar en asambleas a laicos, sacerdotes, religiosos y personas de vida consagrada para hacer juntos la reflexión.

Uno de los resultados de esta revisión de la Iglesia fue la creación de mecanismos que permitan a las parroquias autoexaminarse, encontrar fallas en su operación y, sobre todo, realizar acciones para mejorar el servicio.

A nivel organización

La Arquidiócesis se organizó en decanatos, es decir, grupos de parroquias o templos, y se descentralizaron algunas actividades al formar las vicarías de pastoral, órganos presididos por sacerdotes que hacen las veces de obispos.

Esto se logró gracias a la visión de...

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