Leer o morir / Claudine en la escuela

AutorGuadalupe Loaeza

Hace 112 años apareció uno de mis libros favoritos, Claudine en la escuela, que leí en mi primera visita a París. Me acuerdo que entonces paseaba frente al Palais Royal, cerca de la casa donde había vivido Colette, su maravillosa autora. Debo decir que ya conocía a Colette (1873-1954), por una foto que estaba en mi casa, dedicada a doña Lola. En ella se veía a esta novelista con su mirada sumamente penetrante y con esa personalidad tan fuerte de la que hablan todos los que la conocieron. Dicen también sus amigos que "el encanto" de Colette, su carisma y su sensualidad, por alguna razón no se aprecia en sus fotografías. Creo que a mi mamá lo que más le gustaba de Colette era que en sus novelas se refería con frecuencia a la vegetación y a los animales, en especial a los gatos. La autora de Claudine en la escuela tenía una relación muy especial con Sido, su madre, quien le dio una educación muy liberal; y durante toda la vida, Sido y Colette estarían profundamente unidas. Dicen Isabelle Garnier y Hélène Renard, en su libro Madres de personajes famosos (Narcea, 2001), que Sido le dijo a su hija: "¡No quiero que nunca lleves luto por mí!". Por ello, cuando Colette se enteró de la muerte de su madre, decidió no mostrar ninguna tristeza; estaba a la mitad de la representación de una de sus obras teatrales.

Presentemos a la protagonista de cuatro de las novelas de Colette: Claudine es su gran creación, su álter ego, una estudiante incorregible, perversa y, sobre todo, llena de erotismo. Hay quienes dicen que esta joven es, a veces, algo malévola. ¿Pero se identificaba la novelista con su creación? Las dos nacieron en un pequeño pueblo de la Borgoña y vivieron su vida con la mayor liberalidad que pudieron. Pero Colette llegó a decir de la protagonista de sus novelas: "El personaje de Claudine, sinceramente, no me provoca mucha estima. Sé que es mi heroína, pero viéndola a la distancia ya no me gusta tanto". Sin embargo, Claudine fue la llave con la que Colette abrió las puertas de la celebridad. En 1900, cuando apareció Claudine en la escuela, todo mundo la comentaba y todos sentían el morbo de leer la vida íntima de una joven liberada. Colette tenía todos los motivos para sentirse orgullosa de su novela, y seguramente lo estaba; pero esa maravillosa novela no estaba firmada por su autora, sino por un tal "Willy".

"Willy" no era otro que Henri Gauthier-Villars, un conocido crítico musical que entonces tenía 41 años. Judith Thurman, en su biografía...

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