Leer a contraluz

AutorMónica Márquez

La primera línea de un poema vivo surge cuando preparas lo que vas a llevar: identificación, agua, tu pañoleta morada o verde, tus zapatos más cómodos y ese cartel que durante toda la semana estuviste preparando junto a tu colectivo.

Emprendes el trayecto para acercarte de algún modo al punto de encuentro: Aquel que acordaste con tus amigas, lo más cerca posible de la Antimonumenta, antes Plaza de Armas. No es fácil llegar: Suspendieron rutas de camiones, cerraron la estación del tren ligero, acordonaron calles y no queda más que andar. Esta es la segunda línea del poema.

Caminas, caminas y vas alegrándote con otras mujeres como tú. Abrazos, sonrisas, presentaciones. ¿Trajiste todo? ¿Quién falta? El plan es... y escriben juntas ahí en el aire, en esa aún pequeña multitud inquieta, la tercera línea del poema colectivo que vendrá.

Desde puntos diferentes y hacia tres trayectorias distintas, emprendimos la marcha.

Nos fuimos integrando en orden: la lona principal adelante, las familias de personas desaparecidas y víctimas de feminicidios, las madres e hijos en carriola, madres y niños, personas con discapacidad, mujeres y disidencias, el contingente mixto. Ritmo, pausa, rimas, encabalgamientos y sinalefas fuimos imprimiendo la musicalidad a cada estrofa del poema. Lento al principio, fluido luego, juntas siempre.

Juárez, Federalismo, Hidalgo, Chapultepec. Tambores, consignas, carteles de colores. Faldas, shorts, blusas y no blusas, pasamontañas, mascotas con paliacate. Humo morado y verde. Agua roja corre en la fuente.

"Mujer, escucha, esta es tu lucha". "Parar y cuidar desde la digna rabia y la ternura radical". "No soy libre mientras otra mujer sea prisionera". "Hoy honro mi linaje y las libero". "Por mi abuela, por mi mamá, por mis hermanas, por mis sobrinas...

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