Leer a contraluz

AutorMónica Márquez

Para hablar de niveles de lectura, casi siempre se recurre a la tasa de libros leídos al año, índices de ventas, resultados de pruebas estandarizadas, cantidad de bibliotecas por habitante o librerías por kilómetro cuadrado. Los índices son útiles, pero no definitivos. Lo interesante no es el crecimiento cuantitativo sino la calidad de los encuentros entre el libro y sus lectores.

En ese sentido, una experiencia poco cuantificada es la que se suscita a través de las comunidades lectoras. Círculos de lectura, reuniones lectoras o como quiera que se llamen, leer juntos me parece la forma más potente de crecer como sociedad lectora.

He tenido la maravillosa experiencia de apoyar en la creación de más de 50 comunidades lectoras. Cada una con su estilo muy particular, todas coinciden en el valor de crecer orgánicamente, en lo valioso del encuentro de nuevas afinidades y del cultivo de "amistades de lectura", una clase de cariño muy particular y profundo.

Una comunidad lectora no convoca a los eruditos, sino que celebra al lector cotidiano, ese que lleva un libro en el bolso, el que aprovecha la fila del banco, el que lee en el autobús, el que lee dos páginas antes de dormir, sin prisa y sin presión, por el simple gusto de hacerlo. Así, sabiendo que todos somos simples lectores cotidianos, todos podemos hablar de nuestras perplejidades sin prejuicios y el diálogo es verdaderamente horizontal.

Hay algo que repito en los círculos de lectura: Claro que hay libros hermosos, que pueden enriquecer la inteligencia, la sensibilidad, la imaginación, libros totales; pero ningún libro es más importante ni más valioso que las personas. En un círculo de lectura no se rinde...

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