Lecciones del desfile

(Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)Mauricio Merino(Profesor investigador del CIDE)EL UNIVERSALPor primera vez en mi vida -y llevado por razones estrictamente familiares-, asistí a presenciar el desfile militar del 16 de septiembre. Y, contra todo pronóstico, descubrí cosas que no esperaba hallar. Más allá de la parafernalia y la acostumbrada disciplina militar, cuyo propósito, desde los tiempos de la antigua Roma, es mostrar los dientes a los enemigos, lo que allí pude percibir -ignoro si por vez primera, igual que mi experiencia en esas muestras- tenía una densidad distinta.No era ya el acostumbrado homenaje a las fuerzas militares que el antiguo régimen les dispensaba para tenerlas contentas y ocupadas, mediante una suerte de show con gran despliegue de tambores, clarines y aparatos para entretener al público, sino algo mucho más tangible: eran los soldados que esta vez enfrentan, de verdad, a un enemigo cierto y que la gente reconoce como las personas que salen a las calles para suplir los defectos de las policías. Si la identidad se construye en parte por la pertenencia a un grupo con señas más o menos compartidas, y en parte por la oposición a un adversario claro e inequívoco, no me cabe duda de que los militares mexicanos han afirmado bien la suya en esta lucha abierta contra los cárteles del crimen. No tengo idea de cuántos de los que marcharon el domingo se han enfrentado de verdad a los criminales del país ni cuáles son sus méritos -si así deben llamarse-, pero hoy tengo una percepción distinta de su identidad: ya no son más los soldados que viven recluidos en cuarteles, como solía ser antes, sino la última reserva del Estado para sobrevivir a la ofensiva a la que está sujeto.Tampoco puedo evaluar, lo confieso, si esa identidad ya forma parte de los valores interiorizados por la cultura militar y si ya les es indispensable para afirmarse como cuerpo dentro de la sociedad. Pero supongo que muchos de ellos escucharon y sintieron los mismos gritos de ánimo que yo fui descubriendo conforme avanzaba la parada. Esos gritos que primero me hicieron creer que se trataba de algo preparado por los propios organizadores del desfile pero que luego fui notando por las calles -y constatando en una suerte de investigación de campo improvisada- como algo auténtico: la gente les instaba a no rendirse, porque a pesar de todo ve a los soldados como víctimas de los...

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