Una lección trágica

AutorÁlvaro González

Era la época en la que las cadenas de televisión transmitían en vivo los lanzamientos de naves al espacio, los astronautas eran conocidos por todo el mundo y la NASA contaba con poder ilimitado.

Durante la década de los 80, el espacio era negocio y como tal era explotado, recuerda el físico Rubén Bautista, uno de los finalistas en un concurso público para seleccionar al primer astronauta mexicano que viajaría en el transbordador espacial Discovery.

Las jugueterías vendían modelos a escala de naves espaciales que padres e hijos colocaban como adorno; las playeras con imágenes de los transbordadores se vendían como pan caliente.

Esa euforia comenzó a desvanecerse el 28 de enero de 1986, hace 20 años, con la explosión del Challenger.

Con siete tripulantes a bordo, la nave despegaba a las 11:38 horas en Cabo Cañaveral, Florida, pero una falla en uno de los cohetes de propulsión y las bajas temperaturas, que ocasionaron un escape de gas que llegó al motor central, provocaron el accidente.

A 73 segundos del lanzamiento número 25 de un transbordador espacial una luz iluminaba la pantalla, luego el humo lo cubrió casi todo.

Estados Unidos experimentaba su primera gran tragedia espacial, más grande que la de la cápsula Apolo I en 1967 en la que tres pasajeros murieron.

Fue el primer golpe para los transbordadores, grandes "autobuses" de carga desarrollados durante la década de los 70. Los héroes surgieron y las víctimas, una de ellas la primera civil astronauta, se convirtieron en mártires.

La tragedia rápido reclamó factura: varios funcionarios renunciaron y la NASA se abocó a mejorar sus demás transbordadores. El reparo no tardó en llegar.

El entonces Presidente de EU, Ronald Reagan, solicitó al jefe de la NASA, James C. Fletcher, un análisis detallado de las fallas y de las acciones a tomar.

La respuesta le llegó hasta un año después a través de un documento en el que la NASA detallaba nueve recomendaciones que tenían que ver con estructura, mejoramiento de comunicaciones, organización de seguridad, aterrizaje, lanzamientos, entre otros puntos, así como propuestas para mejorar sus transbordadores.

El cohete propulsor se puso a examen y sufrió un rediseño al año siguiente. Además se sugirió y abrió una oficina de seguridad que fuera administrada por una asociación (Office of Safety and Mission Assurance), la cual vigilaría las medidas de seguridad en las misiones.

La NASA también formó un equipo de visores independientes con representaciones en el...

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