Lázaro Azar/ Los rescates de la OSN

AutorLázaro Azar

No han sido pocos los lectores que me han preguntado sobre la veracidad del 75 aniversario que este año celebra la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN). En efecto, no están del todo errados si consideran que, como tal, fue fundada por Carlos Chávez (1899-1978) apenas en 1947, pero sus orígenes están enraizados en la Orquesta Sinfónica de México también conformada por Chávez en 1928.

Lo que sí es incuestionable y digno de elogio por donde se vea, es la inclusión durante la programación de febrero de la OSN de dos partituras mexicanas concertantes que pocas veces tenemos oportunidad de disfrutar. La primera de ellas, recreada el fin de semana del 7 y el 9 de este mes, fue el Concierto para piano y orquesta, Op.22 de Ricardo Castro (1864-1907), obra que se había escuchado por última vez en esta ciudad hace nueve años, también con la OSN y a cargo de la misma solista, la pianista Eva María Zuk, quien en esta ocasión fue dirigida por Jesús Medina.

Estrenado el 28 de diciembre de 1905 con el propio Castro al piano en la Sala del Jardín Zoológico de Amberes, este Concierto dedicado a Carl Reinecke (1824-1910) posee una estructura cíclica y una escritura virtuosística que le hermana con sus pares lisztianos, y si bien la orquestación de aquellos es de una factura más depurada, dirigido por una batuta más solvente e imaginativa que la de Medina, la obra del duranguense no tendría nada que pedirles, por ejemplo, a tantos de aquellos conciertos que figuran en la serie The Romantic Piano Concerto que edita el sello inglés Hyperion.

Mi admiración al quehacer artístico de la Maestra Zuk se refrendó ante la profunda concepción que posee de ésta obra de Castro, compositor del que se ha convertido en la más conspicua apóstol a la muerte de Don Miguel García Mora (1912-1998). Lo que ella hizo ahora ha ganado expresividad y madurez -cuán conmovedora fue la interpretación que brindó del Andante-, sin demérito alguno de la chispa y la alegría presentes en la vigorosa Polonesa final.

Qué bueno sería contar con una grabación de esta partitura que, a decir del eminente musicólogo Robert Stevenson (1916), es el primer concierto para piano y orquesta compuesto en Latinoamérica. Lo más difícil de obtener, un solista que domine y esté plenamente comprometido con el texto, ya lo tenemos y es inmejorable. Lástima que, como sabemos, nuestro legado musical sea el que menos les interese a nuestras autoridades "culturales".

Y si el desinterés de las autoridades hacia la música...

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