Lázaro Azar / La mujer sin...

AutorLázaro Azar

Entre que a nuestro público operístico difícilmente le entusiasma un título que no figure entre los cinco o seis caballitos de batalla que chifla y que por su duración las funciones "de entre semana" han sido programadas a las seis de la tarde (y aún así salimos pasadas las once de la noche), fue muy triste ver este jueves que el estreno en México de Die Frau ohne Schatten (La mujer sin sombra) de Richard Strauss, estuviera "a medios chiles".

Coproducida por el INBA y el Festival de México, esta ópera (que implica contratar una gran plantilla de cantantes de primer nivel -como no fue ahora el caso-, además de una dotación mayor de coros y atrilistas en el foso) representaba, también, el retorno a la dirección escénica de quien sea, tal vez, el personaje más talentoso y controvertido de nuestra escena lírica actual: Sergio Vela, quien con este título refrendó sus filias, aciertos, limitaciones y clichés, así como lo que podríamos considerar su sello de fábrica: una historia fantástica, enmarcada por una extraordinaria partitura llevada al escenario con un elenco que, fuera de Malgorzata Walewska (la nodriza), cumplió sin ser extraordinario.

No en vano Guido Maria Guida es parte del equipo "estable" en las puestas de Vela: logró momentos maravillosos -¡cómo me sorprendió escuchar a los cornos afinados y en pianísimo durante el primera acto!- pero, como coincidieran varios asistentes al término de la función, "si aquí así sonó muy bien, imagínatela bien tocada". Y es que a saber si fuere por el cansancio, las desafinaciones se fueron haciendo frecuentes conforme avanzaba la velada.

Lamentable, eso sí, la ausencia de dos creadores indisolublemente asociados con los mejores aciertos que Vela ha tenido en la escena: el iluminador Víctor Zapatero y el escenógrafo Jorge Ballina. En su lugar estuvo Philippe Amand y trascendió que fue imposición de Teresa Vicencio,

quien lo propuso pues "nadie mejor que él para mostrar qué puede hacerse con el escenario que planeó y equipó"... y pues, qué les puedo decir: fuera de la engrasadita mecánica teatral...

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