Lázaro Azar / Juan Diego: portentoso

AutorLázaro Azar

In memoriam Joan Sutherland, "La Stupenda" (1926-2010)

Cuantos seguimos el jueves pasado la transmisión del debut de Juan Diego Flórez con la Filarmónica de Los Ángeles y su titular, Gustavo Dudamel desde el Walt Disney Concert Hall, coincidirán en que lo que aquí le oímos tres días después en nuestro Auditorio Nacional, fue mejor.

El programa era prácticamente el mismo, Rossini y música latinoamericana: las oberturas (o Sinfonías, poniéndonos precisos) de tres óperas y el aria para tenor más destacada de cada una de ellas conformaban la primera parte: Prinicipe più non sei de La Cenerentola, La speranza più soave de Semiramide y Asil ereditaire de Guillaume Tell.

Salimos ganando en cuanto al respeto a lo anunciado: ahí, desde un principio, Dudamel optó por la obertura de La gazza ladra, tal vez por traerla "calientita" -recién la había hecho con la Filarmónica de Viena, tanto en el Festival de Lucerna como en el Carnegie Hall- y de encima, antes de abordar la segunda obertura, se dirigió al público para informar que si bien Flórez y él se hallaban bien, no harían las selecciones de Guillaume Tell para no hacer más largo el programa.

Aquí Juan Carlos Lomónaco y la Orquesta Sinfónica de Yucatán si cumplieron lo anunciado, para nuestro beneplácito y una mejor cohesión estructural del programa. Tras escucharles y a pesar de la calidad de algunos de sus instrumentos de cuerda, queda claro que sus logros rossinianos son de lo que más pueden ufanarse.

Qué bien se acoplaron sus cornos durante la obertura de Semiramide -ya los quisiéramos para la OSN o la OFUNAM-, cuánto se lució el piccolista, Alejandro Vázquez, en cada una de sus intervenciones y, sobre todo, qué correcta y cuidadosamente arropó Lomónaco a quien fuera su compañero estudiantil en Curtis.

Donde sí quedaron a deber fue con sus piezas mexicanas. ¿Se habrán confiado? porque tanto al Huapango como al Danzón 2 les faltó su "centavito" de brillo, vitalidad... y precisión, pero como bien me dijeron, "ni quien se fije, pues lo que vinimos a oír es a Juan Dieguito", y ahí sí no salimos defraudados. Por el contrario, si algo distinguió al "tenor lírico más...

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