Laberinto encantado

AutorJessica Garbarino

Como un escenario de ópera, Venecia parece salida de la imaginación de un artista inspirado y algo barroco. Así, las dudosas esquinas, las calles inundadas y los puentes oportunos invitan a perderse durante la luna de miel.

De nada te valdrá un mapa en Venecia. De todas formas vas a perderte en el laberinto encantado que forman sus 150 canales, sus más de 100 islas y sus 400 puentes, que parecen multiplicarse, desaparecer y volver a desplegarse en recovecos inesperados de la ciudad italiana más singular y famosa. De modo que prepárate para disfrutar el extravío, sin soltar la mano de tu amor.

Excluida la posibilidad de valerse de un auto, una moto o una bicicleta, Venecia se recorre caminando, a bordo de un vaporetto o en las góndolas que la caracterizan desde hace más de mil años.

Situada en la laguna formada por las desembocaduras de los ríos Po y Piave, a orillas del mar Adriático, sólo el ferrocarril y una carretera elevada conectan a Venecia con tierra firme. Pero tanto el tren como los vehículos particulares se quedan en los márgenes de esta ciudad fundada en el año 452 d.C.

Una vez instalados en el hotel -que los hay para todos los presupuestos-, una de las mejores opciones puede ser lanzarse a caminar sin rumbo fijo, guiados sólo por la intuición y el azar. No importa el camino que tomen, Venecia se lucirá siempre.

La voz casi perfecta de un gondolieri, de pronto, los hará sentirse en un escenario de ópera. Llevará playera a rayas blancas y negras, y sombrero de paja con cinta roja que cuelga hasta la espalda. Estará de pie y remando sobre su antiquísima embarcación, como marca la tradición.

El pintoresco navegante entonará para los enamorados que se cuadren (y paguen una abultada cifra en liras) alguna canción veneciana, ya que el famoso Oh, Sole Mío napolitano fue prohibido por las autoridades hace años, en favor de los temas locales.

Al paso o durante la navegación, los labrados pórticos de los palacios, que bajan hasta algún canal, con el musgo y el óxido trepando desde el agua, bien pueden confundirse con unas bambalinas dibujadas con arte, por las que se asomen en cualquier momento unos actores de teatro de épocas remotas.

Intrincada y glamorosa, la ciudad que vio nacer la ópera vive su propio drama: cada año se hunde un poco más -23 centímetros en la última década, según los científicos-, fragilidad que le confiere la magia de una historia clásica, con final siempre anunciado.

Perder y Encontrar

No dudes en visitar la famosa...

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