Knock-out al corazón

AutorLeonardo Tarifeño

Minutos después de haber sido descalificado por morder, arrancar y escupir un pedazo de oreja del entonces campeón Evander Holyfield, Mike Tyson explicaba a la televisión de medio planeta cómo y por qué llegó a ser capaz de hacer algo así. "En el round anterior me dio un cabezazo y abrió mi ceja izquierda", acusó, en la que sería una de las declaraciones más insólitas de la historia del boxeo; "y si vuelvo a casa con el rostro lastimado, ¿qué va a pensar mi familia?". En la lógica de Iron Mike, el dolor -físico, pero también espiritual- es una forma de la vergüenza. Y aunque seguramente había algo de razón en todo eso, a la Comisión Atlética de Nevada no le importó su idea del sufrimiento y le impuso una multa de 3 millones de dólares y el retiro de su licencia de boxeador profesional.

El dolor sólo se redime a través de la venganza, y tal vez por eso para Tyson era normal que a la injuria del cabezazo le correspondiera la sangre de un mordiscón. Siempre en el paisaje de su moral barriobajera y carcelaria, el peor dolor es el que autoriza la impunidad: la cobardía no radica en reemplazar los puños por la dentadura, sino en permitir que el otro castigue a gusto y placer. Pero a diferencia de las venganzas del amor, en el boxeo hay normas y millones de espectadores que observan hasta los mínimos detalles de la confrontación. Entre los protagonistas se interponen un árbitro y el voyeurismo universal; (casi) no hay intimidad, por lo tanto la perversión queda muy controlada. En este sentido, la escritora estadounidense Joyce Carol Oates ha dicho que la mayor catástrofe de Tyson arranca cuando traslada la furia de los rings a una existencia herida por el maltrato sexual, ya sea contra su primera esposa (la actriz Robin Givens) o una modelo de 18 años (Desireé Washington). Sin embargo, es posible que el movimiento de su desgracia haya sido al revés, originado en los pliegues personales para explotar en el salvajismo de un estilo boxístico donde laten las posibilidades criminales del dolor. Incapaz de controlar el nervio silencioso de la vida doméstica, Iron Mike se realizaba en la ampulosidad de un daño más directo, estridente y fugaz. Pero el Tyson despiadado (y vulnerable), el héroe de "instinto asesino", no era el boxeador, sino el esposo. La infame noche de las mordidas a Holyfield no hizo más que llevar su agresividad hogareña a un mundo todavía limitado por las reglas y cierto código de honor. Así, cuando la desesperación terminó por...

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