Karen Batres / Desde la palabra

AutorKaren Batres

El paro de mujeres planeado para el 9 de marzo es un acto de rebeldía pacífica, producto de la frustración y el hartazgo, y un esfuerzo por llevar a la conciencia nacional la furia ciega que se ejerce en contra del cuerpo de la mujer en una sociedad que todavía no ha podido despojarse de las características que promueven la violencia en todos los ámbitos.

La Organización Mundial de la Salud las señala, y todas se basan en una premisa medular: el sentido de privilegio masculino que otorga al hombre el derecho de disponer de los cuerpos de niños y mujeres, y la noción de que ese derecho permite "corregir" y castigar a las mujeres y a los niños con violencia física y psicológica.

Muestra de ello se evidencia en una nota del martes en EL NORTE sobre la celebración del Día de la Bandera. Todas las autoridades, desde escolares hasta el Presidente, dispusieron de los cuerpos de menores colocándolos bajo un sol candente durante tres horas y provocando la insolación de varios estudiantes.

El grado de insensibilidad y sometimiento en aras de un "respeto" para la visita del Presidente es parte de lo que reclama la OMS. Esa insensibilidad y ese sometimiento vaciaron el evento de cualquier valor patriota, memoria histórica o celebración.

¿Dónde se encontraban las personas a cargo de la salud de esos menores? Tal vez en el mismo lugar donde se enterró la autoestima de los empresarios que asistieron a la mentada cena sobre la "rifa" del avión presidencial, que ha costado más siendo puesto a la venta, almacenado y rifado que si se hubiera usado para cosas importantes, como traer al País a mexicanos de China en la crisis del coronavirus.

Los cambios sociales que desubican a las personas y trastocan los elementos culturales de su identidad son un factor en el aumento de violencia contra mujeres.

La mayoría de los hombres, los que por naturaleza social son los aliados de la lucha femenina, se adapta a estos cambios sociales. Son aquellos hombres que tuvieron una infancia sana, una educación familiar que no los humillaba, la habilidad de identificar sus emociones...

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