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Karen Batres / Mantenidos

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Vincent
AutorKaren Batres

Mientras los intelectuales mexicanos reprochan la construcción del muro en una sección de la frontera entre Estados Unidos y México, mientras reclaman los derechos humanos de los indocumentados, y mientras protestan por lo que ven como una afrenta a las relaciones entre naciones, nadie se ha dedicado a ver un hecho fundamental: México no se desarrollará como país cimentándose en las remesas.

Es desafortunada la corriente emocional en Estados Unidos contra los indocumentados, pero es comprensible. Su presencia señala que las leyes no funcionan, que la frontera es una coladera y no una barrera, que, al igual que en la famosa "guerra contra las drogas", aquella nación no ha podido hallar las políticas ni la voluntad ni los mecanismos para abordar un problema serio. Si agregamos a esto el trauma nacional del 9/11, las marchas de mexicanos en Estados Unidos (cuyos propósitos muchas veces se malinterpretan), el caldo de cultivo está completo. En gran medida, los indocumentados pagan el precio como el blanco del resentimiento estadounidense.

Nada de esto, sin embargo, sirve de pretexto para México. Qué cómodo tener una válvula de escape para decenas de miles de subempleados, de campesinos, de gente pujante que desea mejorar. Porque aquí no lo van a poder hacer mientras México siga al garete, sin programas concretos a largo plazo dirigidos a fomentar el desarrollo mexicano, inmunes a los cambios de administración. Si a usted le crea indignación el muro, mejor moléstese con un gobierno federal incapaz de pensar en términos de largo alcance y con un Congreso dedicado en cuerpo y alma a los intereses partidistas. Si usted no comprende el resentimiento estadounidense, recuerde cómo se sintió viendo su capital tomada como rehén, exhibiendo la ausencia de ley y voluntad.

No hagamos lo mismo que hacen los estadounidenses: mirar un problema "que viene de fuera" para no ver el origen del problema en uno mismo.

Un albañil completo en...

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