Karen Batres / Halloween y la muerte

AutorKaren Batres

Hoy en la noche comenzamos a experimentar en Regiolandia ese evento de importación en el cual dotamos a la niñez con una megadosis de azúcar en aportación a su futura diabetes. Un éxito comercial y un fracaso de la salud.

No hay duda de que Halloween es divertido, cuando menos para los que gustan de disfrazarse y andar pidiendo dulces a los vecinos.

La costumbre importada dista bastante de su práctica actual en Estados Unidos, que hace décadas fue una noche en que se soltaban hordas de niños disfrazados que, además de pedir dulces, pintaban ventanas con jabón y realizaban otras travesuras menores. Era una especie de extorsión infantil en que se pedía golosinas o se amenazaba con un truco desagradable. "Trick or treat" era el lema.

Ante incidentes terribles, Halloween ya es diferente. Adultos perturbados daban golosinas con veneno, quemaban a niños con monedas calentadas en la estufa, y el aire de inocencia desapareció para siempre.

Las celebraciones mexicanas del Día de los Muertos son infinitamente más ricas, especialmente en el centro del País, pero también en nuestra comunidad regiomontana.

La creatividad desplegada en altares, en calaveras, en todos los momentos familiares que se comparten al recordar a los seres queridos que se fueron, la limpieza de cementerios, el cuidado de lápidas -todo lo relacionado con el Día de los Muertos nos habla de familia.

Además, se aprovecha la ocasión para escribir -en forma de rimas o "calaveras"- esquelas apócrifas sobre políticos y famosos, algunas de las cuales quisiéramos que fueran reales. Como dijo el escritor Mark Twain: "Nunca he matado a un hombre, pero he leído algunas esquelas con regocijo".

La relación de México con la muerte ha sido tema de muchos escritores, especialmente Octavio Paz en "El Laberinto de la Soledad". Pero ahora vemos que la muerte también es un asunto comercial, tal vez porque nuestra crecida población ya no puede sostener las costumbres regias de antaño.

Una persona que entrevisté hace algunos años, empleada de una funeraria en la Ciudad, me dijo que mucha gente ya no quiere un velorio porque le parece ofensivo escuchar los chistes, las risotadas y comentarios de personas que sólo...

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