Julia Carabias / Crónica de un incendio

AutorJulia Carabias

A los brigadistas combatientes de incendios forestales.

Eran las ocho de la noche del 2 de mayo cuando los ejidatarios de Galacia, del municipio de Marqués de Comillas en Chiapas, dueños del hotel ecoturístico Canto de la Selva, alertaron a Natura y Ecosistemas Mexicanos, organización no gubernamental que trabaja en la Selva Lacandona, sobre el surgimiento de un incendio en el cerro Xanab-ku de la Reserva de la Biosfera Montes Azules. Una tormenta eléctrica sin lluvia había ocurrido horas antes. A diferencia de los demás incendios del país, originados en su mayoría por quemas agropecuarias no controladas, éste tuvo una causa natural -caso raro.

El cerro Xanab-ku emerge de la planicie del remanente más extenso de selva tropical húmeda de México. Por ocurrir en un área natural protegida era un incendio de alta prioridad para su atención y por las abruptas laderas de roca caliza, de gran complejidad para su combate.

Al instante se avisó a la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), quienes respondieron que al día siguiente se presentarían los brigadistas y un helicóptero para el combate inmediato. Estábamos a tiempo.

Los brigadistas de la Conanp llegaron el 4 de mayo y un día después los de la Conafor. Operando como base desde la Estación Chajul, administrada por Natura y Ecosistemas Mexicanos, los combatientes trataron de acceder al siniestro, pero, tras muchas horas de abrir sendero no lograron llegar ni a la falda del cerro; el incendio estaba en la parte más alta y se había extendido a tres frentes. Las escarpadas pendientes de roca suelta y la lluvia de brasas incandescentes no permitieron acercarse más. El domingo 5, el helicóptero anunciado de Protección Civil de Chiapas sobrevoló la zona, pero nunca aterrizó; reportó no haber encontrado el incendio. El lunes 6, Protección Civil confirmó que no regresaría el helicóptero y que habría que esperar a las lluvias. Impotentes, desanimados y agotados los brigadistas se retiraron; nada podían hacer solos por tierra.

La Conafor decidió mover un helicóptero que operaba en Oaxaca. El día 9, por la tarde, llegó la aeronave al mando de un experimentado, diestro y bien dispuesto piloto, el capitán Bórquez; la pipa de turbosina llegó al día siguiente. El 11 de mayo, a pesar de los cerca de 50 mil litros de agua que el helicóptero, con su helibalde, arrojó sobre las llamas no pudo con el fuego; faltaban los brigadistas en tierra. En la...

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