El Juego de Ripper

AutorIsabel Allende

Mi madre todavía está viva, pero la matarán el Viernes Santo a medianoche

, le advirtió Amanda Martín al inspector jefe y éste no lo puso en duda, porque la chica había dado pruebas de saber más que él y todos sus colegas del Departamento de Homicidios La mujer estaba cautiva en algún punto de los dieciocho mil kilómetros cuadrados de la bahía de San Francisco, tenían pocas horas para encontrarla con vida y él no sabía por dónde empezar a buscarla.

Los chicos llamaron al primer asesinato «el crimen del bate fuera de lugar», para no humillar a la víctima con una denominación más explícita. Eran cinco adolescentes y un caballero de cierta edad que se juntaban mediante sus computadoras para participar en Ripper, un juego de rol.

En la mañana del 13 de octubre de 2011, a las ocho y cuarto, los alumnos de cuarto de primaria de la escuela pública Golden Hills, de San Francisco, entraron al gimnasio trotando al ritmo de los pitidos del entrenador, que los animaba desde la puerta. El gimnasio, amplio, moderno y bien equipado, construido gracias a la generosidad de un ex alumno, que había amasado una fortuna durante la burbuja inmobiliaria antes de que estallara, también se usaba para las ceremonias de graduación y espectáculos de música y teatro. La fila de niños debía dar dos vueltas completas a la cancha de baloncesto como calentamiento, pero se detuvo en el centro ante el inesperado hallazgo de una persona que yacía doblada sobre un potro de gimnasia con los pantalones enrollados en los tobillos, el trasero al aire y la empuñadura de un bate de béisbol ensartada en el recto. Los niños rodearon el cuerpo, asombrados, hasta que uno de nueve años, más atrevido que los demás, se agachó para pasar el dedo índice por una mancha oscura en el piso y determinó que si no era chocolate, debía ser sangre seca, mientras otro niño recogía un cartucho de bala y se lo echaba al bolsillo para canjearlo en el recreo por un cómic pornográfico y una mocosa filmaba el cadáver con su móvil. El entrenador, que seguía tocando el silbato con cada exhalación, se aproximó a saltitos al grupo compacto de alumnos y al ver aquel espectáculo, que no tenía la apariencia de ser una broma, sufrió una crisis de nervios. El alboroto de los alumnos atrajo a otros maestros, que los sacaron a gritos y empujones del gimnasio, se llevaron a la rastra al entrenador, le arrancaron el bate de béisbol al cadáver y lo tendieron en el piso, entonces comprobaron que tenía un hueco...

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