Juana Inés Dehesa / Normalidad

AutorJuana Inés Dehesa

La ciudad de México, me da gusto anunciarles, vuelve a ser la que era. Lentamente y de manera todavía un poco titubeante, la capital del país despierta, sus calles y banquetas vuelven a su estado natural y poco a poco la mayoría de los capitalinos regresan a sus conductas y actividades habituales. Durante el tiempo que lleva sentada trabajando, esta reportera puede dar fe de que al pie de su ventana se registraron varios conatos de bronca con ciclistas, cuatro microbuseros se pasaron el alto, un número indeterminado de peatones se hicieron de palabras con la tónica general de "a ver si te fijas, idiota" y un cúmulo de automovilistas se mentó rítmicamente la madre. La ciudad, pues, vuelve a ser la que era.

Tan bonito que era ser bueno. Porque después del sismo, que no nos vayan a decir lo contrario: éramos buenísimos. Luego, luego, en vista de la tragedia sacamos nuestra credencial de héroe (te la daban con tres botellitas de agua y dos taparroscas) y nos sentimos que con ir a pararnos a los derrumbes, darle retuit a un par de cositas y hacer sándwiches de pambimbo sin orillas lo estábamos haciendo todo espectacularmente bien.

El problema es que ya se acabó. Bueno, no se acabó; se acabó la emergencia, se acabaron las labores de rescate, se acabaron las cámaras y las coberturas noticiosas de veinticuatro horas y los perros y los hashtags solidarios. Los expertos recomiendan volver a la normalidad, los funcionarios piden regresar a los comercios, a las oficinas, hasta a las trajineras, de favorcito. Ya viene ese festival de...

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