Juana Inés Dehesa / Mañanitas

AutorJuana Inés Dehesa

Este domingo que viene, me hacen favor de que se me van y se me compran un Pingüino (bueno, está bien: puede ser un Submarino de fresa, les doy chance), me le ponen una velita, me le piden un deseo (si no se les ocurre nada, pidan que Moreira se convenza de que lo suyo son las gelatinas y abandone la política para siempre) y, acto seguido, me le soplan, pero fuerte.

Estaremos cumpliendo un año de esta columna. Y escribo "estaremos" no en el nos mayestático -montonero de los atletas mexicanos ("Nos falta dar el trescientos por ciento", dicen- ¿Nos falta, Kimosabi? ¿Pues a quién le dio la beca la Conade? No fue a mí, ¿verdá? Y, por cierto, qué frase tan babosa, ¿qué, dar sólo el cien por ciento les parece miserable y francamente poquitero?), sino porque, en realidad, merced a las redes sociales y al intenso afán de sus lectores, esta columna es un espacio colaborativo y recíproco.

Es decir, que aquí todo el mundo opina, hace aspavientos y grita lo que se le da la gana. Algunos lo hacen por correo electrónico, los leo y se los agradezco, aunque me tarde meses en responder (últimamente, sobre todo, se ha juntado la chamba), pero los más opinan por Twitter. Yo no sé si los teóricos que en los sesenta afirmaron que al texto lo construyen escritor y lector a partes iguales algún día se imaginaron la inmediatez que hoy en día presta el ciberespacio, pero al menos mi timeline en Twitter es un auténtico y constante lavadero. No se hagan los mustios, ustedes saben quiénes son. Sí, ése que empieza a mandar tuits alrededor de las horrendas seis de la mañana, antes de irse a trabajar; la que lee la columna antes de irse a correr; aquél que piensa que tengo la respuesta a TODAS sus preguntas (desde cómo pintar una pared hasta qué leer en el verano, pasando por otras...

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