Juana Inés Dehesa / Allanamientos

AutorJuana Inés Dehesa

Y que se les cuela a la Casa Blanca un hombrecito con un cuchillote. Así, de lo más campante, se acercó a la residencia y, como quien entra a la casa de un vecino confianzudo, abrió la puerta, que no tenía llave, básicamente porque a nadie se le ocurre que alguien pueda llegar hasta ahí, y se metió. Ya para cuando acordaron, aquél estaba echado en la cama de la alcoba Lincoln, viendo Fox News, y merendándose un vasote de leche y unas galletas Oreo.

O sea, no tanto así, pero casi. Al grado que los legisladores ya llamaron a cuentas a la encargada del servicio secreto, el equivalente al estado mayor, y, en vista de que la del colado del machete era la más reciente de una serie de pifias espectaculares del organismo a su cargo, le sugirieron que se aprendiera la siguiente pregunta: "¿papas y refresco con su orden?", para que estuviera bien preparada para la única área del mercado laboral que la iba a recibir en lo sucesivo. O sea, que me la corrieron.

La sociedad gringa, pues, está colapsada. Y, para variar, yo creo que están exagerando. Aquí se cuelan a cada rato a las casas y ni quien reclame, ni quien denuncie, básicamente porque de nada sirve. A ver, que levante la mano quien haya sufrido, o conozca a alguien que haya sufrido, algún tipo de allanamiento de morada (no, los parientes no cuentan); ¿vieron cuántos? Yo, por ejemplo, tuve la dicha de que el fin de semana pasado un ser humano muy maligno y muy desorientadito forzara mi puerta y reclamara para sí mi computadora de escritorio. Fue terrible. Sobre todo porque me consta que tuvo oportunidad de registrar todo, TODO, el contenido de su pobre...

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