Juan Villoro / Maíz y exorcismo

AutorJuan Villoro

De Moisés a Harry Potter, pasando por Supermán, la cultura registra hijos adoptivos de éxito.

El tema ha vuelto a las revueltas aguas mexicanas, enfrentando a la Iglesia y al gobierno del Distrito Federal. No se debate la posibilidad de adoptar, sino que lo hagan personas del mismo sexo. En todo asunto novedoso las discusiones deben ser bienvenidas. Muchas veces, los mejores argumentos contra una norma surgen de quienes parecían predispuestos a aceptarla. El filósofo Fernando Savater, a quien nadie puede regatearle méritos de posturas liberales ante el aborto, la libertad sexual o las drogas, considera que la adopción por personas del mismo sexo cancela la doble filiación en que se basa el acervo simbólico de los individuos. Al suprimir a la madre o al padre se violenta ese derecho. Según Savater, la civilización que preconiza la reproducción responsable no puede planear huérfanos.

Personas muy cercanas a Savater en materia política, como Álvaro Pombo y Mario Vargas Llosa, discrepan de él en este punto. ¿Qué sucede cuando se pasa de la discusión a la formulación de leyes? Cuestionado al respecto por la revista Zero, Savater respondió: "¿Que luego las leyes lo van a asumir?, pues yo me plegaré, pero si me preguntas si me parece una inmoralidad, te diré que sí". El filósofo razona sus posturas y estimula la reflexión; al mismo tiempo, acata una ley general que repudia como individuo. La convivencia civilizada depende de este gesto.

Tal vez el asunto no debería preocuparnos tanto. Como ha señalado Germán Dehesa, en México los trámites de adopción tardan tanto que cuando el niño llega a su nueva casa ya es mayor de edad.

Por desgracia, el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, y el vocero de la arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, cedieron a las descalificaciones que desde hace tiempo dominan la política nacional. En su más reciente incursión en el género de la invectiva agrícola, Sandoval Íñiguez dijo que los ministros de la Suprema Corte fueron "maiceados" por el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, para aceptar la nueva ley de adopción. El prelado no se refirió a las 30 monedas de Judas o al plato de lentejas con que Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú. Usó un ultraje de corral. Esto lesiona más a su investidura que a su adversario.

"La verdad es un criado torpe que rompe platos mientras limpia", escribió Karl Kraus. A veces las revelaciones incomodan. ¿Dónde están las del cardenal? Los ministros le...

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