Juan Villoro / La versión definitiva

AutorJuan Villoro

Apropósito de Klaus Mann, el brillante autor de la novela Mefisto que nunca contó con la atención de su padre, el egregio Thomas Mann, Michel Tournier escribió un ensayo de título insuperable: "La dificultad de ser hijo". Las luminarias suelen calcinar a quienes están cerca de ellas. Klaus resolvió ese dolor con su suicidio.

Quienes se dedican a una tarea intensamente personal no siempre se ocupan de los demás. Una secreta ley de las compensaciones hace que ciertas virtudes públicas se basen en la desatención de la vida privada. Rousseau mandó a sus cinco hijos a un orfanato y luego escribió una obra maestra sobre un hijo imaginario: Emilio o De la educación.

La editorial Trilce acaba de publicar un libro destinado a despertar los ambiguos placeres del morbo y a convertirse, más apropiadamente, en un documento esencial para entender las contradicciones que sustentan la vocación artística. Me refiero a Mujer en papel, autobiografía de la actriz Rita Macedo, editada por su hija, Cecilia Fuentes.

Durante décadas, Macedo llenó los teatros del país -muchas veces bajo la dirección del extraordinario José Luis Ibáñez- y actuó en películas que hicieron época: Nazarín, de Luis Buñuel; El castillo de la pureza, de Arturo Ripstein. Sus memorias recrean con divertido detalle las entretelas de la profesión teatral, pero sobre todo narran su apasionada y tempestuosa relación con Carlos Fuentes.

Alguna vez Hugo Hiriart comentó: "La diferencia entre el cielo y el infierno depende de lo que tu ex mujer diga de ti". Sin ser un acto de venganza, Mujer en papel revela el sufrimiento provocado por un amor no siempre correspondido. Fuentes aparece como un hombre de energía inagotable, dispuesto a conquistar el mundo en la escritura, las parrandas y la cama. Macedo acepta una relación en la que su marido privilegia el contacto físico con el teclado y corteja a "princesas" a las que abandona con serial indiferencia (varias de ellas se suicidan). En forma no siempre voluntaria, la actriz confiesa su codependencia en la tóxica aventura de un Casanova que entiende la seducción como un safari.

Hacia el final de su vida, Macedo asumió la dualidad de quien hace reír al público y llora en privado sus desgracias. Las emociones que llevaba a escena compensaban la angustia que, paradójicamente, las hacía posibles. A pesar de su...

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