Juan Villoro / 'Satisfaction'

AutorJuan Villoro

Escribo estas líneas el 20 de agosto de 2015. Hace exactamente cincuenta años salió al aire una canción de tres minutos y 43 segundos que definió una época: (I Can't Get No) Satisfaction, de los Rolling Stones. Ese día, la guitarra de Keith Richards produjo "las cinco notas que conmovieron al mundo", según escribió Newsweek. Desde entonces, el "sonido Stone" quedó ligado a ese himno a la carencia y confirmó que el rock es un arte de las paradojas donde proclamar que no tienes nada ni a nadie ayuda a conseguir dinero y chicas.

¿Puede un músico de éxito interpretar con sinceridad lo que compuso en los sótanos del fracaso? La pregunta, por supuesto, es retórica. Un actor puede morir mil veces en el papel de Hamlet sin dejar de conmover al auditorio. En el caso de los Stones, lo que empezó como dolida autobiografía se transformó en cultura de la representación. Rebasados los setenta años, los acaudalados reyes del rock de la tercera edad ofrecen un insólito espectáculo. Lejos, muy lejos quedaron los tiempos en que se postularon como profetas de la rebeldía.

Satisfaction es un canto al descontento. La letra, que en 1968 José Agustín escogió como apropiado epígrafe de Inventando que sueño, habla de un mundo donde la radio dice cosas estúpidas y la televisión transmite anuncios de detergente. Adiestrada en el blues negro, la voz de Jagger critica su entorno y comparte una profunda angustia sexual. El deseo insatisfecho, anunciado desde el título, se confirma en el último tramo de la canción: "I can't get no girlie action". En 1965, el actor shakespereano Kenneth Tynan fue el primero en pronunciar en la televisión inglesa la palabra "coger". Ese mismo año, los Rolling Stones hicieron algo más significativo y cercano a las multitudes: dijeron que no podían coger.

El mensaje de desesperación erótica sustituyó en el primer lugar del hit parade a una canción del melifluo dúo Sonny & Cher. Los tiempos estaban cambiando. Después de tres semanas en la cima, Satisfaction descendió para incorporarse a la leyenda.

¿Qué tan profunda es una canción inmortal? La mayoría de las piezas que rompen el corazón de las audiencias comparten anhelos de desconcertante sencillez. Sin embargo, en manos de los musicólogos la poesía espontánea corre el albur de convertirse en algo innecesariamente complejo. En 1984, Robert Palmer, crítico del New York Times, publicó un libro sobre los Stones en el que pide ayuda a la...

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