Juan Villoro / Ronaldinho en el limbo

AutorJuan Villoro

La cultura de masas ofrece un extraño castigo a sus favoritos: el descanso. En el mundo voraz del espectáculo, un genio nunca es demasiado frecuente. La "top model" debe acaparar todas las portadas y el futbolista encender los estadios dos veces por semana. El astro de la aldea global vive para reiterarse y acatar el amargo dictado del rating: "Vales lo mismo que tu último triunfo". La condición de leyenda o mito, que antes podía alcanzarse en vida, es ahora atributo de la posteridad o la jubilación.

Ronaldinho atraviesa una prueba digna de un mártir del cristianismo. Hasta hace poco era el mejor futbolista del mundo. En 2005 recibió el Balón de Oro otorgado por la revista France Football. En 2006 conquistó la Champions y llegó al Mundial de Alemania con legítimas aspiraciones de alcanzar la dimensión de Pelé o Maradona. Sin embargo, el hombre que sería rey actuó de incógnito. La escuadra brasileña parecía integrada por burócratas con demasiadas prestaciones sindicales. Ronaldinho fue ahí un turista entre fantasmas.

Su siguiente temporada en el Barça lo confirmó como un grande, pero lo alejó del puesto de monarca. El brasileño abdicó a la corona sin salir de la aristocracia. De figura dominante pasó a especialista: en los tiros libres volvía a ser el crack que antes duraba 90 minutos.

2007 fue el año en que el Barça no quiso ganar. Aunque las fallas más graves vinieron del cuadro bajo, las cámaras concentraron su preocupación en otra zona: la barriga del semidiós. Ronaldinho parecía fuera de forma. Y no sólo eso: el hombre de la sonrisa fácil mostró una atroz capacidad para cerrar la boca.

En una actividad donde a Maradona siempre le sobraron kilos, el aspecto de un futbolista no es fundamental. La panza de Ronaldinho se volvió observable por los resultados del equipo.

Sin llegar a la condición de genio malogrado, el motor del Barcelona pasó a la fase imprecisa de la que no ha salido. Su calidad sigue ahí, pero sale en ráfagas.

Pasamos a uno de los grandes enigmas del futbol: ¿qué tan constante debe ser un ídolo? Los jugadores que rinden lo que se espera de ellos son medianos. Por el contrario, los héroes son impredecibles; su mérito no consiste en vivir en estado de excepción, sino en ser excepcionales cuando eso importa mucho. El crack tiene olfato para la épica: sus lances ocurren cuando marcan la diferencia. Zidane supo reservar su inspiración para los grandes días. Nunca fue un buen rematador de cabeza, pero usó la frente dos veces...

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