Juan Villoro / La nueva carne

AutorJuan Villoro

La protagonista de esta historia es real, pero no tiene nombre. El 11 de noviembre EL NORTE le dedicó una nota y mantuvo su identidad en el secreto para protegerla de posibles represalias, pues la intrépida chica se adentró en una red de robo y venta de celulares. Además, iba disfrazada de zombi, de modo que resulta más apropiado reconocerla por sus fauces alarmantes que por una credencial del INE.

En el centenario de Juan Rulfo, México es un bastión de los muertos vivientes. El "Zombi Walk" congrega miles de personas que despliegan las escabrosas posibilidades del maquillaje extremo. Como las calaveras de José Guadalupe Posada, los marchistas demuestran con sentido del humor que el tránsito al más allá representa pasar a "mejor vida".

Nuestra protagonista paseó sus fauces devoradoras junto a zombis de cráneo pelado y ojos colgantes, hasta que descubrió que le habían robado el celular.

Estaba en la calle Madero, que honra al apóstol de la democracia, pero también a las variantes más informales de la economía.

Habló con vendedores ambulantes y de inmediato obtuvo información, por ser muy convincente o porque el temible disfraz ayudó a que le respondieran rápido. Lo cierto es que fue enviada a la Plaza Meave, donde algunas mercancías regresan al comercio como artículos pirata.

Revisó varios locales y vio un teléfono parecido al suyo, pero con carátula dorada. Preguntó si no tendrían otro plateado.

"Me acaba de llegar uno", dijo el vendedor. Ella lo tocó con el índice y el sistema operativo se desbloqueó. La huella digital demostraba que era suyo.

¿Debía resignarse a comprar su propio celular o limitarse a pedir un descuento al probar que era suyo? Entonces sobrevino un gran momento zombi.

La chica de las fauces gritó contra el abuso, alertando a los demás clientes del robo. Sabía que estaba en medio de una mafia de ladrones.

"Una sensación de estar no sólo en la boca del lobo, sino en la muela", dijo con elocuencia. Pero no se dejó amedrentar.

El escándalo llegó hasta el administrador de la plaza, quien habló con el dueño del local y con el vendedor para que devolvieran gratis el celular. ¡Justicia zombi!

Para evitar represalias, la chica y sus acompañantes fueron escoltados hasta la estación del metro San Juan de Letrán, que alude a la iglesia más antigua de la cristiandad, dedicada al Cristo Salvador. La trama terminó ante esa urbana señal de religiosidad, menos próxima a la mujer zombi que a su...

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