Juan Villoro / La niña y el rey

AutorJuan Villoro

En 1989, el antropólogo José del Val ocupaba una ruidosa oficina en la sede del Instituto Nacional Indigenista, ubicada, con buena lógica, en Avenida Revolución. Desde ahí ideaba proyectos para visibilizar a los pueblos originarios del país. Uno de ellos era la revista México indígena, dirigida por el poeta y periodista Hermann Bellinghausen.

Por entonces se discutía la forma de conmemorar el Quinto Centenario del encuentro o "encontronazo" entre América y Europa. En ese contexto, un grupo de niños indígenas mexicanos viajó a España para hablar de su cultura con la franqueza y la imaginación concedidas por la infancia. A su regreso, Del Val les ofreció un almuerzo y me pidió que registrara los testimonios que traían de Europa. Ahí conocí a Rosalba Tepole Quiahua. Lo primero que me dijo fue: "¿Usted es antropólogo? Toda la gente con barbas que conozco es antropóloga". Con enorme fluidez, me habló de su viaje y su singular encuentro con el Rey Juan Carlos: "Me lo imaginaba como el Rey de la baraja, no como un señor".

Aquella travesía fue posible gracias a Miguel de la Quadra-Salcedo, atleta que pasó de lanzar jabalinas con enjundia a recorrer el mundo en busca de las razones de los otros. Sólo un aventurero de este tipo podía crear el proyecto Ruta Quetzal, destinado a embarcar jóvenes de cincuenta y cuatro países en las aguas de América Latina y España.

Entre la peculiar tripulación se encontraba Rosalba, quien nació en Zongolica, Veracruz, y pertenece a la comunidad nahua. El lenguaje nunca ha sido un obstáculo para ella. Sin embargo, cuando supo que conocería a un monarca, dudó en cómo dirigirse a él. Sus compañeros saludaron en silencio a Juan Carlos. Cuando llegó su turno, ideó un nuevo protocolo: "Hola, Rey", dijo al representante de los Borbones.

Durante sus años en el trono, Juan Carlos fue conocido por el talante cordial, muchas veces campechano, con que recibía a súbditos de la corona y personas sin reino alguno. El saludo de Rosalba permitió que trabaran una de esas amistades agradables, pero que parecen destinadas a desaparecer en la fugacidad de los actos oficiales. No fue así, pues ambos atesoraron el encuentro.

Narré la escena en México indígena, bajo el título de "Hola, Rey". Un amigo del INI llevó un ejemplar de la revista a Zongolica, junto con el pago que me habían hecho (me pareció correcto que lo recibiera quien había cruzado el mar para que la historia fuera posible).

Durante...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR