Juan Villoro / La niebla

AutorJuan Villoro

Hemos encontrado una excepcional manera de negar el presente y el futuro. Nuestra vida pública se alimenta de pasado, desesperada nostalgia de los días perdidos.

Nos acercamos a 2012, año de la alineación de planetas prevista por los mayas. El habitual catastrofismo que alimenta los best-sellers y los desastres con efectos especiales de Hollywood presentan la predicción como un apocalipsis.

Aunque el fin de un ciclo no necesariamente es trágico, en el mundo sublunar donde depositamos nuestros votos, todo indica que el porvenir será un desastre.

Lo más extraño es que las promesas de futuro son en realidad recuerdos de una era anterior. Después de 71 años de confundir lo público con lo privado, basar el ejercicio del poder en la impunidad y sostener vacilantes posturas contradictorias, el PRI se perfila como seguro ganador de la contienda. Nadie ignora que los gobernadores Ulises Ruiz y Mario Marín sumieron a Oaxaca y a Puebla en la ilegalidad. Tampoco se desconoce la suciedad en la que está inmerso el líder de ese partido, Humberto Moreira. El gran dinosaurio de nuestro parque jurásico no tuvo que evolucionar para seguir vivo. Un graffiti explica la disyuntiva de los votantes: "Que se vayan los ineptos y que vuelvan los corruptos".

El PRI es percibido como el atrabiliario pero eficaz garante de la protección. "Ellos sí sabían robar", dice un cínico refrán.

Cuando Arnold Schwarzenegger se perfilaba como gobernador de California y Jorge Hank Rhon como alcalde de Tijuana, Heriberto Yépez escribió un lúcido artículo en el que señalaba lo siguiente: los votantes no apoyaban esas candidaturas por ignorancia, sino porque, hartos de su impotencia, anhelaban la fuerza del antihéroe. Más vale que el monstruo esté de tu parte.

La bancarrota del gobierno de Felipe Calderón ha aniquilado las posibilidades de su partido. Desde que asumió el poder, prefirió gobernar con un grupo de amigos incondicionales. No ha sido plural ni siquiera en términos de las alianzas que podría haber obtenido dentro del propio PAN. Por otra parte, el eje de su mandato escapa a toda consideración democrática. En su campaña jamás prometió consagrar sus energías a una guerra contra el narcotráfico. A los 11 días de tomar posesión sacó al Ejército a las calles. ¿Por qué lo hizo? La explicación obvia es que deseaba correr una cortina de humo después de una elección impugnada. A propósito de su más reciente informe de gobierno, Calderón lanzó una de sus campañas de autoelogio. En un...

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