Juan Villoro / El martirio de contribuir

AutorJuan Villoro

"Abril es el mes más cruel", escribió T. S. Eliot. La frase es recordada por sus paisanos cada vez que hacen su declaración de impuestos.

Nacido en Estados Unidos, Eliot se trasladó a Inglaterra a los 25 años, donde se convirtió al catolicismo y trabajó en el banco Lloyd's. Su referencia al mes de las crueldades tiene que ver con el clima y el espíritu, pero el poeta sabía que en Semana Santa se rinden cuentas religiosas y fiscales.

El sacrificio de Jesús y la tiranía de Hacienda son motivos de abril. Por cierto que Cristo fue acusado de oponerse a pagar tributo al César (sabía de lo que hablaba porque uno de sus discípulos, Mateo, era recaudador de impuestos).

Ya el antiguo testamento se refería a esa incómoda situación: la recompensa de David por abatir a Goliat consiste en que su familia quede exenta de pagar impuestos en Israel.

Los antecedentes históricos de una molestia sirven para el melancólico consuelo de entender que desde hace mucho el asunto no tiene remedio. En el caso de los impuestos, todo pasado fue mejor.

Con inquebrantable fe en el sistema decimal, la Iglesia estableció el diezmo para que los devotos quedaran bien con Dios donando el 10 por ciento de sus ganancias.

Como las tiranías son más ambiciosas, en años de buenas cosechas los faraones recaudaban el 20 por ciento de los granos. Eso parece una bicoca ante el 32 por ciento que muchos pagamos en el México de Videgaray.

"¿Y qué recibo a cambio?", pregunta el causante que en abril da una fortuna y se queda con un huevo de Pascua.

Cualquier contribuyente mexicano está a menos de 30 metros de un bache, lo cual revela que sus impuestos no sirven para asfaltar.

Para colmo, la forma de contribuir pertenece a una de las variantes más sutiles de la tortura. Si Kafka ideó una máquina que escribía la sentencia en el cuerpo del condenado, Hacienda ha ideado una declaración que aniquila la razón.

Voy a contar lo que me dijo una amiga mexicana que vive en Nueva York. Omito su nombre porque su juicio es tan acertado que puede ser tomado como antipatriótico. Los mexicanos somos seres peculiares: nos fascina decir cosas horribles del país, pero nos ofendemos si los extranjeros las dicen (sobre todo, si las dicen mejor que nosotros).

Esto se extiende a los paisanos que de pronto opinan en el extranjero. Cuando Javier Aguirre entrenaba a la selección y comentó que México estaba "jodido", fue muy criticado por decirlo en Madrid. ¿La capacidad de juicio...

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