Juan Villoro / Mano de sombra

AutorJuan Villoro

Leer las 659 páginas de "JFK: Caso Abierto" produce la abrumadora impresión de haber formado parte de la Comisión Warren que hace 50 años indagó el asesinato del Presidente Kennedy.

En forma tan apasionante como opresiva, el libro de Philip Shenon reconstruye el trabajo de los abogados encargados de resolver el caso. Casi todos habían egresado de Harvard y Yale. Su formación no estaba en duda. Tampoco lo estaba el prestigio de Earl Warren. Como Gobernador de California y Ministro de la Suprema Corte, había ampliado los derechos civiles. Republicano en la cuerda de Lincoln, era un hombre de confluencia. Rehusó hacerse cargo de la Comisión hasta que Lyndon B. Johnson le montó un melodrama de guerra fría: si se probaba que el magnicidio era obra de la Unión Soviética, se desataría la guerra atómica ("Debes impedir que mueran 40 millones de estadounidenses", dijo Johnson).

Una cadena de torpezas manchó la indagación desde su inicio. La Policía de Dallas suprimió pruebas y la autopsia de Kennedy se hizo en un hospital de la Marina porque él había pertenecido a ese cuerpo (los forenses navales destazaron el cuerpo, dificultando la averiguación).

La Comisión se integró con expertos en jurisprudencia, al modo de un tribunal, pero tuvieron que hacer una complejísima investigación para la que no estaban capacitados.

La desaparición de datos al interior de la CIA y del FBI sin conocimiento de los altos mandos; la suficiencia del legendario jerarca del FBI, J. Edgar Hoover, para fingir que tenía información y distorsionarla con verdades a medias, y la pugna del fiscal Robert Kennedy con Johnson entorpecieron más la indagación.

Los afectos a la teoría de la conspiración disponen de numerosas causas para el asesinato: Robert Kennedy planeaba matar a Castro y los cubanos se le adelantaron; la Unión Soviética liquidó a su principal enemigo; la CIA se vengó del castigo recibido después del fracaso de Bahía de Cochinos; el Vicepresidente Johnson, quien ironizaba sobre la mortalidad de los titulares del cargo, encontró un modo de gobernar sin someterse a elecciones. A pesar de su milimétrica reconstrucción, Shenon no puede aclarar nada al respecto.

El principal cabo suelto que descubre tiene que ver con México. Poco antes de cometer el magnicidio, Oswald estuvo en el Distrito Federal y visitó las embajadas de Cuba y la Unión Soviética. Fue seguido de cerca por la CIA, que estaba al tanto de su filiación comunista. Oswald había pasado tres años en la Unión...

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