Juan Villoro / Historia clínica

AutorJuan Villoro

Un accidente me ha llevado a comprobar que los trenes perjudican la vista. El hecho de que a millones de pasajeros no les haya pasado nada confirma la singularidad de mi experiencia.

Todo empezó en 1979 cuando descubrí en la estación Atocha de Madrid que era incapaz de cargar una maleta que parecía contener un trozo de pirámide. En esa época ruinosa, anterior a las maletas con ruedas, la solución consistía en comprar una pequeña plataforma que sujetaba el equipaje con tensores. El aparato se llamaba "pulpo", y no resultaba fácil dominar sus tentáculos. Uno de ellos se zafó y fue a dar a mi ojo. Como un boxeador en su asalto fatal, sentí que se apagaba la luz.

Subí tuerto al tren, en espera de que alguna reacción interior pudiera devolverme la vista. No fue así. Las tierras de Castillas, Aragón y Cataluña pasaron por la ventanilla sin que mi ojo pudiera registrarlas. El accidente se convirtió en rumor en el vagón y varios pasajeros me recomendaron la Clínica Barraquer de Barcelona. Explicaron que se trataba de un hospital donde se operaban gratis ojos de alto interés médico y donde los jeques árabes pagaban fortunas por curarse sus conjuntivitis. Me sorprendió la fama de una institución tan especializada y sentí el pálpito de la oportunidad, como encontrar un billete en el camino a Las Vegas. Ya que me había lastimado un ojo, más valía dirigirme a la ciudad del eminente Barraquer.

Un dato me convenció de la celebridad del establecimiento: a nadie le pareció necesario darme la dirección ("todos los taxistas la conocen", fue la unánime respuesta). En efecto, llegué al sitio sin otra referencia que su nombre. A partir de ese momento, se sucedieron los asombros. En la entrada encontré un jeroglífico egipcio: el ojo de Osiris. El vestíbulo estaba decorado con los signos del zodiaco. En vez de los muros blancos comunes en los hospitales enfrenté planchas de mármol negro y pisos ajedrezados. Los pasillos conducían a escaleras helicoidales. Una casa de los signos.

El doctor Barraquer era un explorador de la visión en el doble sentido de la palabra, el óptico y el trascendente. Una de sus frases más expresivas se refería a la pintura y al hecho de que el artista no se limita a usar colores sino a descubrir en ellos su intuición. En la primera mitad del siglo XX, Barraquer legó novedosas técnicas (entre ellas la extracción de catarata que le inspiró un bicho en un acuario); creó un hospital que sirvió de universidad a varias generaciones de médicos, y...

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