Juan Villoro / El fugitivo

AutorJuan Villoro

El 9 de junio de 1993 una camioneta pick-up conducida por un capitán del ejército de Guatemala se detuvo cerca de la frontera con México. En la parte trasera llevaba a un hombre maniatado, de baja estatura y mirada huidiza. Era Joaquín el Chapo Guzmán, de 36 años. Nacido en Badiraguato, máximo semillero del narcotráfico, estudió hasta tercero de primaria y creció en el "triángulo dorado", donde confluyen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua y los montes enrojecen con los cultivos de amapola. Su suerte parecía terminada.

El Chapo fue recibido por el capitán Jorge Carrillo Olea, coordinador general de Lucha Contra el Narcotráfico. Juntos abordaron un avión a Toluca. Los acompañaba el general brigadier Guillermo Álvarez Nahara, jefe de la Policía Judicial Militar.

Durante el trayecto, el general conversó con el detenido. Después de las privaciones que había sufrido, inexperto, deseoso de quedar bien, el Chapo hizo una detallada descripción del cártel que se había trasladado de Culiacán a Guadalajara y dominaba el narcotráfico en México. Dos características definían a ese narco de rango medio: tenía más información de la prevista e ignoraba el alcance de sus datos. Se trataba, a ojos vistas, de alguien que podía ayudar a los servicios de inteligencia.

Al aterrizar en México, Joaquín Guzmán fue trasladado al penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez. Ahí hizo una declaración de 12 páginas, muy distinta a la que ofreció a bordo del avión. ¿Qué sucedió entretanto?

He tomado estos datos de Los señores del narco, extraordinario libro de Anabel Hernández. De acuerdo con la periodista, que ha trabajado para Reforma, Milenio y El Universal, Álvarez Nahara comunicó al secretario de la Defensa las revelaciones que recibió a bordo del boeing 727 y el militar las transmitió a la Presidencia de la República.

Al llegar a Almoloya, relata Hernández, "un alto funcionario del gobierno federal" le advirtió al Chapo que no podía denunciar lo que sabía y seguir vivo. Necesitaba protección: "o cooperaba o se moría".

Al día siguiente (10 de junio de 1993) los mexicanos vimos el despliegue mediático en el que Joaquín Guzmán Loera fue presentado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari como criminal de altísima peligrosidad. Vestido en uniforme beige, el prisionero sonreía, relajado. Un hombre agradable.

No es extraño que se agrande la culpabilidad de un detenido para resaltar los logros de la justicia. En el caso del Chapo esta operación parecía...

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