Juan Villoro / La esperanza en una nube

AutorJuan Villoro

He recorrido varias veces la carretera que va de San Cristóbal de Las Casas al caracol zapatista de Oventic, donde está enterrado mi padre. A mitad del camino se encuentra San Juan Chamula. Ahí la iglesia es sede de un ritual sincrético: sobre un suelo tapizado de hojas de juncia, los chamanes pronuncian su salmodia y beben alcohol en botellas de Pepsi-Cola, talismán de poder en una región donde el "progreso" llega en forma de refrescos. Desde hace algunos años, los migrantes que regresan a la región con dinero aportan otra mezcla de culturas: palacetes de monoblock estilo español-californiano.

Un poco más adelante los poblados cambian en forma tan radical que tienen otro huso horario, ajeno a la hora nacional de verano. En la densa niebla aparecen rostros con pasamontañas. El 19 de octubre, a un mes del terremoto, una larga caravana hacía cola en las inmediaciones del caracol de Oventic para escuchar a María de Jesús Patricio Martínez. Por los altavoces se oía la alegre "cumbia de Marichuy" que acompaña la lucha de una mujer indígena por llegar a la boleta en las elecciones presidenciales de 2018.

La "plaza" de Oventic es un claro hundido en la montaña, rodeado de coníferas. Hacia ahí se desciende por un camino de tierra, bordeando las cabañas de madera de la Junta de Buen Gobierno, el auditorio para las asambleas, el hospital, la tienda de artesanías La Resistencia.

El escenario estaba cubierto por una nube. Como en las leyendas del origen, una voz surgía de ahí: "Nunca más un México sin nosotros". Entre los jirones de niebla se distinguían pasamontañas, gorras de beisbolista, sombreros de palma, las prendas de los zapatistas, los curiosos y los "neutrales". Ninguno de los discursos fue interrumpido por vítores. Un silencio reconcentrado absorbía las palabras: "Compartimos los modos y los caminos", Marichuy aludió a las bases de apoyo zapatistas. Su mensaje, conciso y directo, denunció la exclusión que padecen las mujeres indígenas bajo el machismo capitalista y las trabas del INE para que los menos favorecidos participen en la contienda. Luego invitó a tejer desde abajo una gran telaraña para transformar la rabia en esperanza y organización.

El acto continuó con testimonios de un mismo dolor en diferentes escenarios: una madre habló del hijo que perdió en tiempos de López...

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