Juan Villoro / Detective Edipo

AutorJuan Villoro

Los acontecimientos piden ser narrados. Aunque alguna secta postula que lo decisivo perdura en secreto, la chismosa mayoría juzga que lo importante tiene que saberse. Una vez superado, todo cataclismo se convierte en relato. Nadie sobrevive en silencio.

Para no exagerar con ejemplos límite (la guerra, el exilio, la orfandad, el accidente natural), pensemos en algo común: la antesala del médico. Ahí acudimos al alivio de la ficción. Mientras aguardamos nuestra historia clínica, imaginamos otra que la mitigue.

Los consultorios disponen de revistas sobre las minucias biológicas de las celebridades. Si la necesidad de evasión es mediana, podemos matar el tiempo leyendo sobre los estragos del bótox en un rostro de icónica belleza. Pero si llevamos en el bolsillo el acuciante resultado de un laboratorio, requerimos de una evasión más fuerte. Para "pensar en otra cosa" nos contamos un relato, algo que permita olvidar los glóbulos blancos.

En los consultorios cristaliza una narrativa de emergencia que por desgracia sólo ocurre en la cabeza de los pacientes y se borra al saber que los síntomas eran benignos o el diagnóstico fatal.

La lectura cautiva de ese modo. El flujo del acontecer se suspende hasta que regre- samos al sitio donde misteriosamente estamos vivos y no hemos pagado el teléfono.

¿Qué determina una buena historia? Un elemento decisivo para garantizar el interés es el sentido de la consecuencia. E. M. Forster lo explica con misteriosa claridad en Aspectos de la novela. Si alguien dice: "murió el rey y luego murió la reina", estamos ante una anécdota, es decir, ante una circunstancia peculiar que revela la pobre higiene de la casa real. En cambio, si alguien dice: "murió el rey porque murió la reina", estamos ante una historia. El poderío de las consecuencias: una cosa ocurre porque sucedió otra. Los mejores cuentos sorprenden de manera lógica; el desenlace resulta inesperado y al mismo tiempo es congruente con lo que había pasado antes y con la psicología de los personajes.

En su cuaderno de notas, Chéjov esbozó un cuento. El tema es sencillo y perturbador: un hombre va al casino, gana una fortuna y se suicida. Lo normal sería que, al saberse millonario, fuera feliz y se vulgarizara bebiendo champaña. ¿Qué lleva a un hombre a matarse por triunfar? Establecer el vínculo, la lógica, entre el éxito y el castigo permitiría escribir el relato. Chéjov dejó esa asignatura pendiente.

Una historia lograda depende de cierta contradicción entre la...

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