Juan Villoro / A chaleco

AutorJuan Villoro

Cuando comencé a leer periódicos y a interesarme en política -en un momento ya perdido del siglo 20-, me pareció extraño que los tránsfugas que pasaban de un bando a otro fueran descritos con una de estas dos frases: "cambió de chaqueta" (expresión que no sirve para este artículo) o "cambió de chaleco" (que es de lo que quiero hablar).

Me pareció extraño porque en México casi nadie usa chaleco, al menos en la actualidad. Pensé que el asunto venía de esa enciclopedia de las traiciones y los madruguetes que llamamos "Revolución mexicana", pero por más fotos que vi en el Archivo Casasola no encontré imágenes de generales con chalecos y, menos aún, de caudillos que primero tuvieran uno de rombos carrancistas y luego otro de rayas obregonistas.

Ignoraba que el verdadero sentido de la frase no era histórico, sino profético: se dirigía a 2018, el desconocido porvenir en que los políticos darían nuevo valor a esa prenda.

Hasta hace poco, una persona ataviada con un llamativo chaleco era alguien que cumplía faenas de limpia o vigilancia (también podía estar interrumpiendo el tráfico para plantar nochebuenas en la banqueta o colgado de un poste de alta tensión).

Sin embargo, en una insólita contribución a la apariencia política del siglo 21, ciertos candidatos han adoptado, con disciplina de regimiento, el distintivo sello del chaleco.

El PRD entendió que lo único bueno que le quedaba era el logotipo del sol diseñado por Rafael López Castro y decidió procurarse otra imagen. Para ello, los altos funcionarios del Gobierno de la Ciudad comenzaron a usar camisas con las impronunciables siglas CDMX y sus nombres rotulados en las mangas, como futbolistas de una liga que nadie conoce.

Seguramente, al vestirse de ese modo tratan de transmitir entrega absoluta: se han puesto la camiseta para sudar por nosotros. Sin embargo, en un ámbito que pretende ser democrático, inspira poca confianza que nuestros representantes se vistan con ropas que nosotros no tenemos (y que sí tienen los de Protección Civil). Mientras no vayamos a votar con chaleco, resulta extraño elegir a alguien que lo usa.

Sin embargo, la moda ya caló tan hondo que el panista Ricardo Anaya no encontró mejor manera de mostrar su compromiso con el PRD que eclipsar su chaleco azul con un chaleco amarillo.

Si el Frente quiere tener éxito me atrevo a sugerir, modestamente, que no abuse de las metáforas deportivas y se...

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